Cumbre no; es la base

SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo

Las dudas que ayer a mediodía atormentaban a la consejera de Presidencia de la Generalidad, Elsa Artadi, sobre la reunión que por la tarde iban a mantener Torra y Sánchez, acompañados de su gente de confianza, eran ya una declaración de principios sobre el estado de la cuestión. Todo recordaba cómicamente a las asambleas del antifranquismo universitario de por entonces, cuando se votaba la necesidad de convocar una asamblea para decidir si se convocaba la asamblea. Andrés Trapiello escribió una muy estimable primera novela, El buque fantasma, sobre aquellos tiempos y aquellas asambleas.

No parece que ayer a mediodía hubieran llegado a un acuerdo sobre el formato. El Gobierno de la Generalidad sostenía que los dos presidentes acudirían acompañados de una representación de sus gobiernos, mientras el Gobierno de la Nación (si es que el doctor Sánchez se hubiera enterado de qué cosa es aquello sobre lo que manda y que Patxi López ponía en duda en su debate sobre las primarias: Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?) mantenía la idea de dos reuniones disociadas: Sánchez y Torra por una parte y por otra, la vicepresidenta Calvo y Meritxell, mi Meritxell, contra el vicepresidente Aragonès y Elsa Artadi.

A mediodía de ayer, Artadi aseguraba que aún estaban negociando el formato de la reunión en Pedralbes, que había de producirse a las siete de la tarde y no daba por cerrado el número de ministros y consejeros que asistirían a la cumbre, aunque consideraba que lo más probable sería un dos contra dos. Finalmente, Pedro Sánchez llegó a las siete y cuarto y ya le esperaban Torra y los abucheos de su peña. El Gobierno de España rechaza razonablemente que se trate de una cumbre entre gobiernos; se trata en todo caso de un pie, pero la parte catalana considera que es un encuentro de igual a igual, en el que «se podrá hablar de todo» y «no habrá líneas rojas». Esto quiere decir que la parte o las partes catalanas hablarán en la reunión o las reuniones de lo único que vienen hablando desde que arrancó el procés: del ejercicio de autodeterminación para la independencia.

Estas cosas es lo que tienen, que abren el apetito. De ahí que los huelguistas de hambre hayan decidido poner fin a su protesta. Jordi Sànchez, Quim Forn, Rull y Turull han dejado la huelga considerando que sus objetivos han sido alcanzados y después de que todos los ex presidentes menos el inventor del latrocinio les pidieran su abandono. Los presos de ERC, Junqueras y Romeva, además del presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, habían pasado de huelgas, o sea, que no tuvieron que dejar nada. Los huelguistas deberían haber pasado controles, antes y después para evitar la senda De Juana Chaos. Alternativamente habrá que esperar a que algún funcionario de Lledoners dé cuenta de los batidos energéticos que se les suministraba.

La foto ya ha tenido premio para Sánchez con la aprobación del techo de gasto, a la que se han sumado los separatistas catalanes que en junio se habían abstenido. La ministra de la cosa aprovechó la circunstancia para afirmar que es en el Congreso donde reside la soberanía popular. Ayer tuvo la foto. Hoy seguirá la bronca.