ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • El propósito último de Sánchez es una España confederal sin rey, ni Corona, ni derechos y libertades iguales para todos

La feroz ofensiva lanzada por Pedro Sánchez contra varios pilares esenciales del Estado de derecho ha desatado el pánico en buena parte de la sociedad, que encuentra razones sobradas para temer por la Constitución, la Nación y la mismísima democracia. Los hechos acaecidos estas semanas carecen de precedentes en los últimos cuarenta y cinco años. Nunca un Gobierno había legislado a la carta con semejante descaro, traicionando el espíritu y la letra de la Ley en beneficio de sus socios. Nunca había ocupado La Moncloa un rehén manifiesto del independentismo. Nunca se había producido un asalto de tal calibre a la independencia judicial, en abierto desafío al sistema de mayorías y equilibrios previsto en la Carta Magna. Nunca un presidente había abrazado con tamaño entusiasmo el propósito político último perseguido por estas maniobras, que es la transformación de España en un estado confederal de repúblicas prácticamente soberanas, amparado por el paraguas de la UE, sin rey, ni Corona, ni última instancia judicial común, ni derechos y libertades iguales para todos los ciudadanos. Exactamente lo que persiguen Bildu, PNV, ERC, JPCat y Podemos, unidos en el empeño de demoler el edificio constitucional levantado durante la Transición sobre la base de un amplio consenso. Nunca el Partido Socialista se había entregado de forma tan evidente y cobarde a esa causa.

Las cosas han llegado a un extremo que demanda acción y eficacia. Ha pasado el tiempo de los lamentos. El presidente del Tribunal Constitucional, Pedro González Trevijano, no puede seguir escondido, bloqueando decisiones cruciales. Los medios de comunicación que callan se hacen cómplices. La oposición debe buscar el modo de emprender actuaciones conjuntas, previamente acordadas y que pongan a Sánchez contra las cuerdas, lo cual excluye una moción de censura unilateral y abocada a la derrota. El PP tiene la responsabilidad de mover todos los hilos posibles en Bruselas y las cancillerías europeas, sin descartar ninguno, para explicar las dramáticas consecuencias que tendría para la estabilidad del continente permitir que Sánchez se salga con la suya. Y Núñez Feijóo ha de mostrar mucha más musculatura, alzar la voz con determinación, demostrar que no es un trasunto de Mariano Rajoy, cuya presidencia acabó fragmentando a la derecha en tres por su desidia, su falta de coraje para revocar las cargas de profundidad colocadas por Zapatero y su negativa a enarbolar una sola de las banderas ideológicas del centro derecha. Mientras un gran número de votantes potenciales identifiquen al actual líder con su paisano, el candidato del PP no despegará con claridad en las encuestas y sus posibilidades de alcanzar La Moncloa quedarán supeditadas a lo lejos que esté dispuesto a llegar Sánchez en la defensa desesperada de la poltrona, batalla para la cual cuenta con un excedente de 50.000 millones de euros obtenidos de nuestros maltrechos bolsillos merced a la inflación disparada.