Mikel Buesa-La Razón

03/03/2023

  • Los vascos van a dejar en el tesoro estatal tan sólo el 2,05 por ciento de su PIB

El Congreso ha publicado el proyecto de ley del Cupo vasco que le ha remitido el Gobierno y que ha sido elaborado «de común acuerdo» entre las administraciones del Estado y del País Vasco «de acuerdo con los principios de necesidad, eficacia, proporcionalidad, seguridad jurídica, transparencia y eficiencia», según reza su exposición de motivos. ¿Recuerdan ustedes lo de Groucho Marx y los principios? Pues eso, Sánchez y Urkullu tienen otros, aunque son inconfesables. Curiosamente, en esta nueva versión de la ley del Cupo, después de que la agenda vasca se haya visto casi completamente satisfecha a cambio del apoyo del PNV al gobierno Frankenstein, las competencias del Estado no asumidas por la Comunidad Autónoma suman nada menos que el 67 por ciento del total, la cifra más alta de cuantas han pasado por ese marco legal desde 1987, en que sumaron el 62,5 por ciento. Claro que, a la altura de 2007 eran sólo el 26,2 por ciento. Milagros de la contabilidad creativa que dejan claro que esa ratio tan variable se emplea con laxitud para compensar el peso del déficit del Estado en el cálculo y que los vascos paguen lo menos posible.

Para que el lector se haga una idea, si en 2007 se hubiese aplicado ese 67 por ciento, el Cupo habría sido 4.174 millones de euros en vez de los 1.648 que figuraron en la ley de aquel año. Claro que ahora, con las cifras de 2022, si las competencias no asumidas supusieran lo mismo que en 2007, entonces, en vez de que el País Vasco le pague al Estado 1.472 millones por sus desvelos, tendría que ser éste el que ingresara en la caja vasca 7.368 millones de euros todos los años durante el próximo quinquenio. O sea que los resultados de este cambalache, al parecer, pueden contentar a todos según vengan dadas las circunstancias; eso sí, sin pasarse, pues los vascos van a dejar en el tesoro estatal tan sólo el 2,05 por ciento de su PIB, cuatro quintas partes del máximo que alcanzaron justo antes de desencadenarse la crisis financiera en la primera década del siglo. Lo que falta en todo esto es transparencia. ¿Recuerdan ustedes los principios? Pues no se fíen.