Dame veneno

ABC 20/10/16
LUIS VENTOSO

· Cada vez es más difícil confrontar ideas sin insultos

TRAS aburrirse de ganar mayorías absolutas como alcalde, Francisco Vázquez, católico, español, coruñés y socialdemócrata –por este orden–, resultó un excelente embajador ante la Santa Sede. Hasta ofició un milagro laico: consiguió pintar la embajada sin cargar un duro al erario público. Observador agudo, es de gran amenidad e interés escuchar sus estampas romanas. Solemos pensar que españoles e italianos somos dos gotas de agua. Sin embargo, un día le escuché a Vázquez una matización que invitaba a pensar. Venía a decir que ambos somos latinos, sí, apasionados y alborotadores. Pero percibía una notable diferencia: en el fondo, las grescas italianas tienen algo de función teatral, pues son un pueblo viejísimo, ya de vuelta, que sabe que al final nada debe ser tomado demasiado en serio. Por el contrario, en el alma española arde una llama trágica y tremendista, con un rescoldo de rencor y odio a veces muy agrio.

Pueblo de enormes virtudes, empezando por su alegría y solidaridad, a los españoles nos comen dos defectos: la envidia y la intolerancia. La primera es casi endémica, pero de la segunda parecía que podíamos curarnos tras la vacuna del formidable pacto cívico de la Transición. Rojos y azules, que se habían matado con saña cuarenta años antes, se dieron la mano por el bien de su país, bajo los buenos oficios de un Rey coloquial y hábil, que supo elegir la ruta de la libertad (hoy, alcaldesas que no han demostrado nada retiran como oprobiosos los cuadros que lo recuerdan).

Desde 2004, cuando arrancó la revisión zapaterista, el revanchismo fue comiendo terreno a la tolerancia, hasta que se llegó a una conclusión pasmosa: todas las ideas de centro-derecha pasaban a ser ilegítimas. Incubado el huevo de la serpiente, el odio como simulacro de diálogo fue institucionalizado por unas televisiones inéditas en Europa, que tan bien denunciaba ayer aquí Antonio Burgos. Hasta el humor se ha vuelto sectario: quien no se pliegue al dogma pasará por el potro del escarnio diario de Wyoming, cuya risa en realidad es tóxica, porque ríe contra.

Los católicos, 70% de los españoles según el CIS, ya son sospechosos. Los patriotas que defienden la unidad de España y las libertades democráticas de nuestra Constitución pasan a ser «la Casta», o «fachas». Los toros y los jabalíes tienen más derecho que las personas. Si una ley no te gusta, puedes incumplirla. El profesor comunista y complutense que encumbraron televisiones de capital de derechas para hacer caja proclama que su partido «debe molestar». La propiedad privada, cimiento de nuestra civilización, es una coña burguesa, aquí lo importante son los derechos de los okupas. Las sentencias solo se respetan si resultan favorables. El adversario es breado a insultos de arrabal por periodistas, diestros y zurdos, que se creen gente fina. El sectarismo y el dogma pisotean los intereses generales.

González y Cebrián expulsados de forma miserable y violenta de la universidad, santuario de la palabra incluso en los momentos más oprobiosos. No son los primeros ni serán los últimos. Cordones profilácticos, televisiones de combate, «no es no» y me cago en tus muertos. Qué mal viaje está haciendo España.