El embrión del Movimiento 15-M es el distanciamiento del centro de poder y la ciudadanía. Es lo único en lo que los sociólogos consultados coinciden. Hay quien ve en las protestas un nuevo Mayo del 68 y otros, una gran fiesta callejera.
El sociólogo y profesor de la Universidad de Deusto Javier Elzo, especialista en el comportamiento y los valores de la juventud, reconoce que las protestas han descolocado a los expertos: «Los especialistas estamos desconcertados, no podemos hacer un pronóstico», dice. «La sociedad actual se caracteriza por una gran volatilidad. Es capaz de crear un movimiento de la noche a la mañana y esa velocidad de reacción unida al vertiginoso efecto contagio a través de la Red complica el que podamos encuadrarlo». «¿En qué quedó la indignación de los estudiantes franceses que se levantaron el año pasado por la reforma del sistema de pensiones?», se pregunta el sociólogo. «¿En qué va a quedar todo esto? Tengo más preguntas que respuestas».
Jaime Pastor, profesor de Sociología de la UNED y experto en movimientos de masas, es entusiasta: «Se trata de un acontecimiento con mayúsculas y la prueba es la repercusión que está teniendo a nivel internacional. Estamos ante el nacimiento de un nuevo tipo de movimiento social autónomo de partidos y sindicatos», explica. «Algunos se muestran escépticos porque están pidiendo al 15-M un programa como el de cualquier partido a los cuatro días de nacer», protesta Pastor. «Eso sería construir la casa por el tejado y asentarse en los mismos principios que critican. De momento ya han logrado la fuerza social y esta simbólica protesta ha servido para que gran parte de la población abandone el individualismo».
El sociólogo además ve una «clara similitud» entre las revueltas árabes y el 15-M. «Ambas han surgido de las redes sociales juveniles y han encontrado un vehículo de expresión en la ocupación simbólica del espacio público», explica. «Allí se enfrentaban a una dictadura real y aquí tenemos una democracia de baja calidad, sometida a la dictadura de los mercados».
Félix Ortega, catedrático de sociología de la Complutense de Madrid y especialista en espacio público, tiene una opinión muy distinta a este respecto: «Lo que está sucediendo en Sol no puede compararse con la caída del muro de Berlín y mucho menos con las revueltas en el mundo árabe, porque no hay violencia en las calles, ni vivimos en un sistema dictatorial y aunque un 40% de los jóvenes esté en el paro, no sufren una pobreza similar», argumenta. «Lo que yo he visto en el kilómetro cero es una especie de happening, una fiesta nocturna que se apaga por la mañana. En Granada hay botellones más dañinos para el orden social que esto», continúa. «Me recuerda a los anti-Bolonia, lo que indica que el movimiento no traerá nada de nada».
Ortega tampoco ve en estas protestas una propuesta de peso: «Su intención de aquí al 22-M es mantenerse en Sol y controlar el espacio físico. Parece que eso lo han conseguido, pero no veo un objetivo claro. Les falta un marco simbólico que los dote de una identidad fuerte y por eso los medios han dominado al movimiento y lo han llenado de significado. Vaticino que el 23 de mayo la fiesta morirá si no hay altercados violentos».
Pastor, de la UNED, cree que las protestas sí pueden prolongarse más allá del domingo. «No se trata de una reacción anárquica porque la asamblea se autogestiona mediante comisiones de trabajo y han creado tablas reivindicativas», explica. «Estas bases que están construyendo pueden servirles para mantenerse después de las municipales, aunque pierdan intensidad. De hecho, ya se están discutiendo iniciativas para junio».
La otra gran incógnita es saber si estas protestas tendrán algún efecto en las elecciones municipales como lo tuvieron hace siete años las manifestaciones del 11-M. Javier Elzo cree que no: «Entonces los españoles sabían que les estaban mintiendo ante un hecho muy concreto. Ahora nadie nos engaña. Sabemos lo que tenemos y queremos otra democracia».
Ortega tampoco cree que vaya a tener algún efecto: «Los políticos no han trastocado su campaña en absoluto. La prueba es que Camps sigue hablando, nadie lo ha silenciado aunque protagonice muchos de los carteles que piden que se termine con la corrupción política».
En opinión de José Álvarez Junco, doctor de Historia del Pensamiento, de Movimientos Sociales y Políticos de la Complutense, los políticos deberían estar preocupados: «Si se produjera un voto en blanco masivo, como en la novela de Saramago [Ensayo sobre la lucidez], los partidos deberían entenderlo como un acto de repulsa y probablemente eso provocaría un shock, pero será algo pasajero que se disolverá con el tiempo, como sucedió con Mayo del 68. Ahora existe una distancia entre los políticos y la ciudadanía que los candidatos no saben llenar, no hay formas de democracia directa y los partidos perpetúan a la misma gente en el poder, sin que se produzca ese relevo generacional que pide el pueblo. Hay muchos motivos para la protesta, al margen de la crisis», concluye.
Fermín Bouza, catedrático de Sociología y especialista en tendencia de voto, cree que esta vez las protestas afectarán a los socialistas: «El PSOE es el que va a pagar los platos rotos. Este es un momento que ya conocemos. En el año 2000, cuando se preveía que el PP iba a sacar mayoría absoluta, los votantes de izquierda se retiraron porque estaban descontentos con los socialistas y al final eliminaron las alternativas y allanaron el camino a la derecha. Puede que esta vez suceda algo similar». «Este nuevo movimiento puede triunfar a medio plazo precisamente porque no hay una propuesta concreta», continúa. «Es abstracto, como el Mayo Francés. Puede que después de las elecciones cese la agitación, pero no el espíritu del 15-M. Lo que perdurará será la idea de que hay que repensar la política».
EL PAÍS, 20/5/2011