En la actual campaña electoral, PNV y EA denuncian -con el tono de quien descubre una tenebrosa conspiración- que el PP y el PSE lo que quieren es «desalojarles de las instituciones». ¡Ah, bandidos! Pero… ¿no es para eso para lo que se hacen elecciones en todas partes, para buscar alternativas a los «amos» vigentes? Pues todo esto parece que aumenta enormemente la crispación entre los nacionalistas.
Lo oí el otro día en una tertulia radiofónica: el opinante dijo que no entraba a discutir los aspectos jurídicos de la ilegalización de Batasuna o la prohibición de las listas electorales de AuB, pero «lo que no puede dudarse es que en el País Vasco están peor que nunca». Toma castaña. Estamos peor a pesar de que en lo que va de año no llevamos más que un muerto por atentado terrorista, en lugar de veinte o cien como no hace tanto; estamos peor a pesar de que la kale borroka que antes campaba por sus respetos cada fin de semana ahora apenas asoma de tanto en cuanto la cornuda cabecita; estamos peor pese a que muchos frontones y plazas de pequeñas localidades ayer rebozados con pintadas o carteles a favor de ETA hoy aparecen razonablemente limpias; estamos peor pese a que las desventuras sin cuento que se nos auguraban cuando se tomasen medidas políticas o judiciales contra los grupos que prestan servicio auxiliares a ETA («sólo se conseguirá más de lo mismo, Euskadi arderá por los cuatro costados») no han ocurrido, y hasta el discurso de quienes han pretendido presentarse a las municipales en sustitución de Batasuna intentó mañosamente desligarse del apoyo claro a la violencia, en homenaje resignado y forzoso del vicio a la virtud; estamos peor pese a que en estas elecciones se presentan en Euskadi más listas constitucionales que nunca (que abundan por cierto en euskaldunes con ideas propias sobre la verdadera «cruzada antivasca») y localidades antes entregadas al «ahí no hay nada que hacer» tendrán la sorpresa de verse por primera vez en un cuarto de siglo tratadas como comunidades ciudadanas y no como tribus; estamos peor pese a que numerosas personas conocidas y públicamente relevantes sin adscripción política declarada por fin se han atrevido a incorporarse testimonial o activamente a listas que no suscriben el ideario radicalizado del actual nacionalismo gobernante… En fin, nada, que ya lo ha dicho el señor de la radio: estamos mucho peor.
Y ¿por qué estamos peor? Primero, claro está, porque hay mayor crispación, según acrisolada doctrina del nacionalismo reinante. Aunque esa dichosa crispación funciona como en los vasos comunicantes, que cuando sube en un sitio baja en otro. Por ejemplo, al PNV y EA nada les crispa tanto como aquello que amenaza con disminuir o sustituir su poder en el territorio familiar que administran rentablemente desde hace un cuarto de siglo y ya consideran algo así como su propiedad heredada. En cuanto el Estado de derecho se hace notar también en Euskadi (como si aquello fuese una parte del país y no la frontera con los comanches), o intelectuales nacionales y extranjeros protestan contra amenazas impunes que ya ve cualquiera salvo quien cobra por no mirar, o los partidos constitucionalistas denuncian manipulaciones que se hacen con el idioma, o la educación, o las empresas o lo que sea… inmediatamente, ay, la crispación aumenta entre los nacionalistas. En la actual campaña electoral, PNV y EA denuncian -con el tono de quien descubre una tenebrosa conspiración- que el PP y el PSE lo que quieren es «desalojarles de las instituciones». ¡Ah, bandidos! Pero… ¿no es para eso para lo que se hacen elecciones en todas partes, para buscar alternativas a los «amos» vigentes? Pues todo esto parece que aumenta enormemente la crispación entre los nacionalistas. Pero ya ven, de acuerdo con el principio de los vasos comunicantes antes citado, los no nacionalistas en cambio estamos cada vez más relajados, porque vemos que las cosas se les ponen mal a quienes atentan contra nosotros, nos amenazan o nos regañan por querer ser vascos optimo iure como ellos. Como la risa, que tanto se le parece, la crispación va por barrios…
Pero las cosas tienen que estar peor en el País Vasco, faltaría más. Reconocer lo contrario significaría admitir que la política enérgica llevada a cabo por el Gobierno, con apoyo leal desde el pacto antiterrorista de la oposición decente y consciente, ha funcionado notablemente bien (aunque la palabrería electorera de unos y otros enturbie a veces esta tan evidente como provechosa sintonía). Supondría también asumir que la espléndida batalla por que la legalidad sea algo más que un mito acogedor librada por el juez Garzón ha obtenido en conjunto resultados positivos, sean cuales fueren los fallos puntuales que se le puedan señalar. Por supuesto, ni los nacionalistas ni los sectarios van a aceptar jamás estas evidencias. Según ellos, la ilegalización de Batasuna es un escándalo antidemocrático sin precedentes en la Europa contemporánea y condena a la muerte civil a ciento cincuenta mil vascos. En cuanto al precedente europeo, ruego a los críticos que nos indiquen en qué países de nuestro entorno se da el caso de partidos que, celebrando y justificando -cuando no colaborando, encubriendo o financiando- acciones terroristas, sean tratados como opciones políticas legales y se presenten sin obstáculos a elecciones en las que sus adversarios se juegan la vida por concurrir. ¿El Sinn Feinn? Perdón, pero, pese a que el IRA ha renunciado a su actividad terrorista y como aún no parecen darse las garantías democráticas suficientes, en Irlanda está actualmente la autonomía política suspendida y las elecciones aplazadas hasta otoño… por lo menos. ¿La muerte civil de no sé cuántos miles de votantes? Ah, pero ¿acaso hay en el País Vasco votantes que tienen derecho político inalienable a suscribir legitimaciones de la lucha armada? ¿Mueren civilmente cuando se les prohíbe encender una vela al Parlamento y otra a la guerra civil de baja intensidad? Pues es un funeral al cual muchos otros vascos asistiremos con gran regodeo democrático.
En el País Vasco todo lo que no da la razón a los nacionalistas o les lleva de cualquier forma la contraria es un avatar del GAL. El Tribunal Supremo es el GAL, el Tribunal Constitucional es el GAL, Garzón es el GAL, los medios informativos gracias a los cuales y con conocidos riesgos se hacen públicas las fechorías cotidianas de los soberanistas confesos o inconfesables son el GAL, Habermas debe ser del GAL y por eso -según Anasagasti- le han concedido el Príncipe de Asturias. El lehendakari Ibarretxe habló en la SER del GAL mediático y su manso interlocutor aceptó la barbaridad sin rechistar: ¡imagínense lo que hubiera pasado si dice algo parecido de Julio Anguita Parrado o José Couso! Pero claro, no es lo mismo. Quienes se enfrentan o denuncian a los que efectivamente matan son el GAL, antidemócratas, presas del «síndrome Aznar», lo nunca visto… Los que intentan combatir de veras el terrorismo incluso apurando o retorciendo las leyes (en lugar de hablar del «empate infinito» y chorradas propagandísticas semejantes) son tan perversos como los que antaño lo hicieron violándolas. ¡Qué más da! Lo importante es que en el País Vasco todo va a peor… recuérdenlo, ruega el señor de la radio, cuando el próximo domingo vayan a votar.
Fernando Savater, EL PAÍS, 19/5/2003