De ikurriñas y otras claudicaciones

JESÚS LAÍNZ – LIBERTAD DIGITAL – 14/05/16

Jesús Laínz
Jesús Laínz

· El 25 de julio de 1979, en pleno despertar de la fiebre autonomista, el semanario Blanco y Negro publicó una carta al director de una ciudadana vasca llamada María Velasco. Además de denunciar el incipiente adoctrinamiento a los niños en las aulas, a los feligreses desde el púlpito y a todos desde los medios de comunicación, la autora de la carta se dolía con amargura de que, al buscar los defensores de la españolidad de Vasconia ayuda «en quienes, en teoría, deberíamos encontrarla», sólo daban «con unos hombros que se encogen y una voz que se disculpa».

Pero lo que más nos interesa hoy de aquella carta es su prédica en el desierto sobre la importancia de la manipulación lingüística en la estrategia de unos nacionalistas que en aquellos días contaban con las simpatías de todo el mundo:

Y qué decir de nuestra rabia e impotencia cuando el vocabloEuzkadi es usado más y más, incluso por personas conocedoras del tema y por otras que pertenecen a medios oficiales y declaran no saber ni querer nada de política; usado por vascos que se sienten españoles y por vosotros mismos a quienes nos dirigimos, porque ignoran e ignoráis que tal palabra encierra toda una doctrina política, la nacional-separatista (también han adoptado ese término los partidos llamados de izquierda), y representa esa utópica nación o estado vasco que reúne tres provincias francesas y cuatro españolas. No, no equivale a Vascongadas, ni siquiera al País Vasco español ni a Vasconia como conjunto de tierras y pueblos vascos, simplemente. Os comentamos todo esto porque nos duele Vasconia –como a los de la generación del 98 les dolía España–, porque la queremos y no nos gusta cómo está. Y también porque deseamos de corazón haceros comprender y obtener de vosotros ayuda, ánimo, compasión incluso. Dolorosamente lo necesitamos.

Evidentemente, tardaron muchos, muchísimos años en empezar a recibir ayuda, ánimo y compasión desde el resto de España, sobre todo desde la Carrera de San Jerónimo, la Moncloa y la Zarzuela. Y siguen sin recibir casi nada.

Confirmando lo denunciado por aquella desconocida María Velasco, Bernardo Atxaga escribiría en 1995 sobre el término Euzkadi:

La palabra Euzkadi sólo rimaba bien con las ideas de los vascos que habían luchado como gudaris en la guerra o habían estado a favor de su causa, es decir, con la ideología del PNV, y nada tenía que ver, en cambio, con los vascos de ideología falangista o requeté, también numerosos, o con los que durante la guerra combatieron en las filas socialistas o izquierdistas (…) En resumidas cuentas, Euzkadi no era un territorio ni una gente –como sí lo era el País Vasco, Euskal Herria–, sino el nombre que una determinada opción política, la más vasquista, daba a su utopía.

No fue dicho neologismo la única invención sabiniana que traspasó los límites del partidismo para universalizarse. Porque aunque los parlamentarios de AP, PSOE y Euskadiko Ezkerra propusieron que el himno de la recién creada comunidad autónoma fuese el Gernikako Arbola de Iparraguirre, el PNV logró imponer su himno con la ayuda de los parlamentarios adolfosuaristas del CDS: el Eusko Abendaren Ereserkiao Himno de la Raza Vasca, anónima melodía a la que Sabino puso letra creando lo que también se conoce como Gora ta Gora.

Pero, sin duda alguna, la victoria simbólica más importante fue la bandera del PNV convertida totalitariamente en la de todos los vascos. El honor de legalizarla, tras haber provocado la muerte de varios guardias civiles por el estallido de las bombas conectadas a ikurriñas ilegalmente desplegadas, recayó en el ministro ucedista de Interior que por aquellos días era homenajeado en la cancioncilla «Desde Santurce a Bilbao vengo por toda la orilla, matando guardias civiles y votando a Martín Villa».

Aunque sus diseñadores, los hermanos Arana, la concibieron para representar sólo a su provincia, la verdad es que la verdirroja imitación de la Union Jack ni a Vizcaya podría representar, pues lo que aquellosignorantes enciclopédicos plasmaron en lienzo fue la negación de la historia de esa provincia. El proceso creador de la impostura es digno de recordación: para la cruz de san Andrés o aspa verde de la ikurriña, Sabino se basó en las aspas de la bordura del centenario escudo de Vizcaya. Por completo ignorante de lo que estaba tratando, imaginó una historia a la medida de sus deseos:

Las siete cruces de san Andrés que están en la bordura significan por su forma la independencia bizkaina por haberse alcanzado el día de san Andrés la memorable victoria de Arrigorriaga contra los españoles.

Pero el primer inconveniente es que la memorable batalla de Arrigorriaga no tuvo lugar un 30 de noviembre, día de san Andrés, de un supuesto año 888. Sencillamente porque dicha batalla no tuvo existencia histórica: se trata de un relato legendario. El segundo consiste en que las aspas del escudo de Vizcaya son consecuencia de la toma de Baeza por Fernando III el 30 de noviembre de 1227. El capitán de las tropas castellanas en aquella batalla fue Lope Díaz de Haro, Señor de Vizcaya. El rey otorgó a los participantes el derecho a incluir en sus escudos la cruz de san Andrés en conmemoración de aquella victoria. Así pues, lo que evidencia la ikurriña, para disgusto póstumo de Arana y presente de sus continuadores si arrancaran a pensar, es la participación vizcaína, una vez más, al frente del ejército castellano en la reconquista de España.

Pero todo esto da igual. Lo disparatado de una doctrina nunca ha sido obstáculo para su difusión. Sobre todo cuando los gobernantes son los primeros en facilitar la ingeniería ideológica de los enemigos de la nación, empezando por unos símbolos totalitariamente extendidos a toda la población. Ni los nazis fueron tan agobiantes: lo único que impusieron a toda Alemania fue su bandera. El nombre del país y el himno quedaron como estaban. Sólo la URSS consiguió lo mismo que el PNV: la denominación de una opción política, su himno y su bandera, hasta entonces patrimonio de un solo partido, extendidos a todo un país.

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, ha protestado ante Eurovisión por la «intolerable» inclusión de la ikurriñaen el listado de banderas prohibidas y ha exigido una «rectificación urgente». Viriles palabras que suenan a insulto porque, paradójicamente, nunca han sido pronunciadas ni por Margallo ni por gobernante alguno ante las mil ofensas a los símbolos nacionales que se perpetran cada día en cientos de localidades de Cataluña y el País Vasco. No sólo eso, sino que son las propias autoridades españolas las que llevan cuarenta años dando la orden de hacer la vista gorda y no exigir el cumplimiento de la ley en esta materia. Luego se extrañarán de que aumente el número de vascos y catalanes que se consideran ajenos a una España cuya existencia les parece tan débil, lejana y extraña.

En esto ha consistido la España de las últimas décadas: una continua claudicación. Por eso estamos como estamos.

JESÚS LAÍNZ – LIBERTAD DIGITAL – 14/05/16