Eduardo Uriarte-Editores

Disculpen por el uso de chapuceros neologismos, los utilizo para sumirnos en el esperpento en el que se ha convertido la política española desde que Sánchez decidiera apoyar su Gobierno en todos los que abogan por destruir el marco que hace posible la política. Es decir, sostener su Gobierno en los que reivindican no sabemos qué república populista, y por ello multinacional y centrífuga, y en los que la gobernabilidad de España les importa un comino, pues van a lo suyo, a la secesión.

Ni efecto Illa ni factoría de efectos especiales Redondo. Las elecciones catalanas van a resucitar al muerto, al procés. Todo le ha salido mal a Sánchez, por mucho maquillaje a espatulazos que el aplique Iván. Los hechos son desastrosos. Fallecidos por la pandemia, retrasos en medidas sanitarias, enfrentamiento con autonomías, crisis económica. Hasta tiene que recibir ayuda de Vox justo antes de los comicios catalanes. Y es que, todo político goza desde el poder de la posibilidad de sobrevivir en el alambre flojo un tiempo, pero no todo el tiempo cuando se le van acumulando los errores. Y eso se nota, a pesar de tener la oposición más débil que hayamos conocido. Si este es el peor Gobierno que hemos padecido también es la peor oposición.

Ciudadanos da bocanadas de agonía. Rivera metió a todo su partido en el bunker de la prepotencia y sacrificó a todos sus militantes yéndose él a vivir la vida. Inicialmente a Casado se le vieron maneras, pero se ha ido desdibujando. De su equipo, una vez defenestrada Álvarez de Toledo, lo único que sobresale, para una persona sensible hasta los tuétanos con la política como yo, es que su segundo es campeón escupiendo güitos. Y a Vox le falta tiempo para madurar (los populismos son inmaduros, no hay más que verle a Trump e Iglesias), y cuando madure volverá al PP porque éste también para entonces se habrá rehecho.

Pero a lo que vamos. Sánchez se ha metido en el avispero catalán de la única manera que sabe hacer las cosas, para ganar a cualquier precio, aún a sabiendas de que si tuviera éxito el efecto Illa tras una inesperada campaña de su candidato -que alguno acertadamente lo ha comparado por su aspecto con un enterrador de película de Sergio Leone a falta de chistera- se convertiría en un auténtico problema para él. Incluso, el haber iniciado el movimiento de precampaña con el efecto Illa ha movilizado JxCat, que convertirá la campaña en un enfrentamiento bipolar entre ellos, los de la Borrás. y el PSC, desenfocando la presencia de ERC que no tendrá más remedio que radicalizar sus mensajes. Ya lo ha hecho poniendo a los presos por sedición en la calle. Desgobierno, despolítica, desmadre.

Mientras Sánchez siga en la Moncloa esto no tiene visos de ofrecer la más mínima estabilidad y solución a los graves problemas que padecemos. El presidente vive en la enajenación provocada por su ambición y los decorados felices que le construye Redondo -que me recuerdan la aldea bucólica que le construyó Luis XVI a María Antonieta en los jardines de Versalles para que viera la felicidad de los campesinos-. Pero su candidato Illa, al traspasar su cartera a la sucesora, al decir la frase de que ésta iba a disfrutar con el ministerio de Sanidad que le caía encima, con todos los muertos al día, estaba mostrando que el enajenado disfrute del poder por el poder se lo ha contagiado Sánchez a todos sus ministros, y posiblemente a todos los cuadros del PSOE.

En Cataluña resurgirá tras las elecciones el secesionismo, es para lo que ha servido el apoyo nacionalista a Sánchez. La política de bloque constitucional, empeñando en ello al rey, contra el procés, pasó a la historia. Lo que se usa ahora es la demonización de la derecha, el acoso a la judicatura, el desprecio de ella en la aplicación de las condenas de los reos por la Generalitat. Todo se ha hecho para, si el procés ha perdido fuelle, que la defensa de la Constitución y de la legalidad vigente lo haya perdido mucho más, y para que el frutado ciudadano harto de aguantar a los del lacito amarillo diga que va a ir a votar con la pandemia su padre. Que lo razonable, ante una España sin liderazgo, supeditada al secesionismo, lo lógico, lo humano, y coherente es hacerse separatista. Se vive mejor.

Después de todo lo que Sánchez ha hecho por los secesionistas estos no pueden perder las elecciones.