JOSÉ LUIS ZUBIZARRETA-EL CORREO

Las elecciones andaluzas del domingo han dado tanto que hablar, que no cabe aspirar a abarcarlo todo en estas líneas. Los «hitos históricos» se acumulan. Por primera vez a estas alturas de política democrática, todo comentario deberá comenzar con un «por primera vez». Mayoría absoluta del PP en feudo socialista, extinción de Ciudadanos, hundimiento del PSOE, descalabro de las izquierdas, final de ciclo, zozobra en Ferraz, victoria del hombre corriente… Habrá que centrarse, pues, para no desparramarse. Y lo haré en un asunto que considero de suma importancia: «Vox cae en la irrelevancia».

Tras tantas expectativas creadas por chulescos dirigentes y aireadas por frívolas encuestas, resulta que, para sorpresa inmensa de todos y alivio de los más, el populismo vociferante del partido de Abascal no será imprescindible ni para gobernar ni para sumar apoyos de investidura. Tan superfluo, a efectos aritméticos, como el extinto Ciudadanos o la menguante izquierda alternativa. Habrá iniciado, si bien se aprovecha la ocasión, el imparable camino a su irrelevancia. Su nombre invitará a pensar en su bíblico destino: «Voz que clama en el desierto».

Dejará, si se acierta en el manejo de su ausencia, de ser moneda corriente en la confrontación interpartidista. Dolorosa pérdida ésta para quienes se habían habituado a echar mano de su presencia como amenaza de la inminente venida del lobo feroz. No habrá ya lobo al que temer. Y el dolor de los menos se habrá compensado con el gozo de los más. Incluso el propio sistema habrá salido ganando. Nadie podrá ya abusar del amenazante riesgo de la fiera para vaguear en la búsqueda de auténticos argumentos de orden político con que contrarrestar el ímpetu del adversario. La atmósfera quedará despejada de elementos tóxicos que habrían acabado haciéndola irrespirable. Era el riesgo que había comenzado a cernerse sobre la conversación política. La interferencia de Vox en el discurso político y mediático era muy superior a su peso e influencia reales. Déjenlo, pues, todos en su insignificante rincón y préstenle sólo la atención que merece.

También quienes se han aprovechado del partido para formar con él gobierno o acceder a él deberán tenerlo, de anteayer en adelante, muy en cuenta. Sólo quien se ha atrevido a enfrentarlo sin moverse un ápice de la propia posición ha logrado hacerlo del todo prescindible. Con actitudes como ésta, Vox acabará pasando en breve de la irrelevancia al esperpento.