De la vía catalana a la vía Laietana

LIBERTAD DIGITAL 19/07/17
JOSÉ MARÍA ALBERT DE PACO

· Siempre me ha llamado la atención la forma en que gentes de izquierda aluden a ese «no me extraña que haya catalanes que se hagan independentistas».

Soler es un independentista convencido, de lo que se deduce que hay independentistas que lo son sin estarlo. Tales serían los que suelen achacarse al PP, fabricante mítico. Siempre me ha llamado la atención la forma en que gentes de izquierda aluden a este presunto subgénero, ese «no me extraña que haya catalanes que se hagan independentistas». Es como si dijeran: «A mí, que soy un individuo sofisticado, jamás se me ocurriría, pero el pueblo, que es de natural cazurro, cómo no va a caer en la trampa». «Os entendemos, criaturas», parecen razonar; «el ser humano es de apetencias primarias y no hay nada más primario que la tribu». La gran catástrofe de España es que esta reflexión no les impida simpatizar con el tramposo. Después de todo, enfrente está España, un ente discutido y discutible contra el que todo vale. Incluso la más absoluta ausencia de convicciones. Así, uno dice «nación de naciones», al otro le da pereza y un tercero apuesta por una quita, solución que sitúa a Cataluña en pie de igualdad con Grecia.

No crean que en la derecha hay muchas más luces. Hoy mismo, el inefable Millo ha declarado que «lo que es seguro es que no va a haber un referéndum vinculante y con garantías», lo que abre la puerta a que haya un referéndum no vinculante y sin garantías, es decir, una reedición del 9-N.

Entretanto, en Cataluña, el golpe de Estado institucional sigue su curso, sin que nadie atienda a la evidencia de que, cuando la ANC estableció en su hoja de ruta «tomar el control de grandes infraestructuras, fronteras, seguridad pública y comunicaciones», se estaba refiriendo exactamente a esto. Que ese plan, en fin, se concreta en que un hombre como Albert Batlle tire la toalla ante la imposibilidad de cumplir la ley, y que su sustituto como jefe de la policía sea un xenófobo que si hasta ayer era de tuit fácil, hoy bien puede serlo de gatillo. Un tipo, en fin, que dijo que los españoles le dábamos pena, pero lo que quiso decir en verdad es que le dábamos asco.