ETA ha atentado indiscriminadamente en ocasiones. Pero muchas de sus 858 víctimas fueron alevosamente seleccionadas. Sabían que, después de la presión de la barbarie, algunas voces flaquearían y acabarían liándose en la madeja de la negociación. ¿Qué había de malo en ello?
Los guardianes de los 200 kilos de explosivos detenidos la semana pasada, para indignación de algunas formaciones nacionalistas que criticaron la desarticulación de este comando de ETA, tenían orden de atentar contra el lehendakari Patxi López. Sus planes apuntaban a lo «más alto» de Euskadi, a la máxima representación democrática de los ciudadanos vascos con la finalidad recurrente de la banda. Forzar al Gobierno a negociar . No tienen otro guión. Su inmovilismo no les da para más. Como ETA ya avisó en su día a Batasuna que no pensaba dejar las armas, aunque ellos quisieran volver a presentarse a las elecciones, lógicamente, quería seguir forzando al Gobierno a hacer concesiones políticas a cambio de su desaparición.
Un cuento más conocido que el del lobo feroz. Se ha repetido, erróneamente, hasta la extenuación que ETA mata «cuando puede y como puede» para restarle la importancia que requeriría creer que los terroristas tienen un plan de desestabilización y evitar, así, tener que negociar con ellos. Un planteamiento que parece lógico en su moraleja – a los terroristas no se les puede premiar por que dejen de matar-, pero poco riguroso en su base. Porque ETA ha atentado indiscriminadamente en innumerables ocasiones; cierto. Pero hay que reconocer, para no caer en el error , que muchas de sus 858 víctimas fueron alevosamente seleccionadas. Sabían que, después de la presión de la barbarie, algunas voces flaquearían y acabarían, como ha ocurrido a lo largo de nuestra historia, liándose en la madeja de la negociación. ¿Qué había de malo en ello?
De la desestabilización que ha buscado la banda terrorista se han extraído muchas enseñanzas. De los engaños, se ha aprendido. No todos, desde luego, porque todavía se resisten quienes siguen alimentando el juego de la equidistancia para dejar servida la sospecha de los malos tratos a los detenidos y, de paso, la opinión pública se va olvidando de que ETA quiso matar al lehendakari. Hace muy poco. Cuando ya Batasuna vendía la piel del lobo. El año pasado. Nos repetimos como un mantra que «todas las víctimas son iguales». Pero ETA sabe dónde puede hacer más daño. Y reconocer esta verdad de perogrullo no significa darle otra categoría que la de una banda terrorista que durante muchos años se dedicó a hacer limpieza ideológica.
El asesino que mató a Jose Luis López de la Calle no tenía ni idea de quién era su víctima, pero quien le ordenó cometer el atentado quería amordazar la libertad de expresión de un ciudadano tan insumiso como él. Cuando ETA asesinó a Fernando Buesa, el presidente del Parlamento vasco, Juan Mari Atutxa, exclamó: «!Cómo han sabido elegir para hacer daño!». Y tenía razón. Habían matado a un lider socialista que había sido diputado general, vicelehendakari para Asuntos Sociales, consejero de Educación, implacable en sus convicciones. Y además, dejaron tras el atentado un reguero de confrontación entre las fuerzas políticas democráticas que forma parte de uno de los capítulos más vergonzosos de nuestra historia.
Todas las víctimas son iguales, sin duda. Pero cuando los fanáticos atentan contra la máxima representación institucional han querido derribar los pilares de la democracia. De ahí la importancia del mensaje de la firmeza por parte del Gobierno vasco. Convendría de paso que los dirigentes socialistas entonaran la misma partitura. Rafaela Romero no cree a Sortu, pero Odón Elorza sí. Todos reconocen que quieren que se legalice la marca electoral de Batasuna. Pero la razón que dan sobre el cumplimiento de la legalidad de los herederos del entorno de ETA no acaba de convencer.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 9/3/2011