EL MUNDO – 27/03/16 – ÁLEX SÀLMON
· El Govern trabaja para conducir a Cataluña a la frontera (fantasía) de la independencia.
Decíamos hace unos días que el Govern está trabajando para dejar a la Generalitat a un paso de la independencia. La idea en sí misma es fantasiosa, pero es la estrategia que siguen desde la plaza Sant Jaume. La metodología pasa por estar siempre al límite de la ley y, en el caso que se traspase esa línea, la acción sea lo suficientemente interpretativa para que obligue al Gobierno de España a pasar por la Justicia. Así se consolida poco a poco la idea de que este Estado sólo sabe hacer política pasando por la justicia. Así llevamos tiempo y les auguro que así seguiremos durante los próximos 16 meses o los necesarios.
Pero, ¿y después? Aquí es donde deberían encontrarse todas las preguntas que en este momento incitan al supuesto proceso. Las ponencias que trabajan en el Parlament para acometer la desconexión tienen cuestiones concretas. La que más atención reclama por la ingravidez política y social es la hacienda catalana. Pero aunque sea una de las cuestiones capitales donde se fundamentarán las arremetidas que se esperan del Govern, lo cierto es que debería provocar más preocupación la rutina por desobedecer en la que hace semanas trabaja Puigdemont. Acciones que desborden la legalidad por sistema. Un caldo de cultivo que debe saberse tratar políticamente y que, de momento, nadie contrarresta con la suficiente inteligencia política.
Hace demasiado tiempo que el independentismo juega con fichas blancas y las respuestas siempre son contra la acción más que a lograr cambiar el color de las piezas. Es cierto, las blancas no ganan siempre, pero mueven primero.
La pregunta habitual que se hace es: «¿Y qué crees tú que va a pasar?». Hace tiempo que escabullo la respuesta con un «no tengo ni idea». Pero aunque sea la forma fácil de salirse del embrollo, no puedo dejar de preguntar a los que están en la zona caliente del supuesto proceso: «¿Cómo vais a salir de ésta?». Sus respuestas no están demasiado alejadas de la mía, aunque matizadas por la entonación o por la posición de las palabras. Resumiendo. El supuesto proceso ha pasado ya por lo que denominaron «elecciones plebiscitarias». Tras lo complicado del resultado y la marcha, abandono o retiro obligado de Artur Mas, se inició una legislatura con un gobierno tan dificultoso como el formado por CDC, ERC y una ayuda teórica de la CUP. Digo teórica porque les está resultando ser una solución cargada de espinas.
Pues bien, como decía, el Govern trabaja para conducir al país a la frontera (fantasía) de la independencia para, después, convocar en septiembre de 2017 unas nuevas elecciones que se presentarían bajo el epígrafe de «constituyentes». Del plebiscito a lo constituyente.
Hasta ahora todo ha jugado entre la fantasía y lo supuesto, aderezado con mucha movilización recargada y engordada con cifras lejos de cualquier realidad perimetral. Quiero decir, todo aquello que cabe en un perímetro. Por ello, para entender los pasos a seguir se le ha de poner la imaginación que unos no tienen pero que deberían administrar, y así entender los parámetros donde se mueve el independentismo catalán ahora. Sobre todo para encontrar las soluciones de salida en la que está metida la sociedad catalana, más que la política, siempre dispuesta a realimentarse.
Entonces, ¿cómo se comen unas elecciones constituyentes? Más o menos de la misma forma que algunos engulleron las plebiscitarias. Sin construir estructuras, ni cambios legislativos, ni nada. Sólo que una voz resuene afirmando con seguridad que las elecciones del 2017 serán constituyentes, y detrás un coro de voces se unan a esa fiesta teorizando sobre el motivo: saltar las reglas (leyes) poco democráticas de este Estado, España claro, que no deja votar comme il faut.
Esta es la estrategia sobre la que se trabaja. Pero no es tan sencillo. La primera pregunta, con su respuesta, nos conduce a una segunda pregunta práctica. ¿Y se volverá a presentar la candidatura de unidad derecha/izquierda que gobierna ahora Cataluña? Pues esta pregunta, de momento, no tiene respuesta. Ni por asomo. Sin embargo, podemos analizar posibilidades.
El acuerdo Junts pel Sí está perjudicando más a ERC que a la CDC desmembrada y preconstituyente. Las últimas encuestas parecen castigar a esta coalición, aunque no se apunta al motivo directo. El indirecto es un ascenso de la formación Catalunya Sí que es Pot, que tendría unos inmejorables resultados de convocarse hoy elecciones.
La regla de tres indica que si el partido liderado en el Parlament por Lluís Rabell sube, significará que es el voto de izquierdas el que busca nuevos canales electorales. De todas formas, y con mucha suposición, en este momento los sherpas políticos que ahondan hacia donde huye el voto indepe no están todavía por la labor. Sólo deben decidir si la importancia está en el eje independentista o en el ideológico. Y parece que el voto tiende más a lo segundo.
Así que, con las miradas puestas en lo que ocurre en el futuro Gobierno de España, las estrategias futuras del supuesto proceso pasa entre las plebiscitarias y las constituyentes, que es como estar entre Pinto y Valdemoro. Un punto de la geografía donde unos dicen que se daban los mejores quesos y vinos. Así, cuando preguntaban dónde estaba el Rey, la respuesta era «entre Pinto y Valdemoro». Para un independentista viene a ser lo mismo. Ahí están en la gloria.
EL MUNDO – 27/03/16 – ÁLEX SÀLMON