Pedro Sánchez busca su tabla salvadora del Titanic en las elecciones catalanas del 12-M. Salvador Illa es el encargado de engañar a los constitucionalistas con el despliegue de la red de mentiras habitual. El candidato sanchista, que en días pasó de afirmar “lo repito para que quede claro, ni amnistía ni nada de eso” a ser un entusiasta de la concesión de inmunidad a los golpistas, ahora está en modo “ni referéndum ni nada de eso”. Fraude electoral, marca de la casa: indultos, malversación, amnistía, referéndum… Ahora, cuarenta días de simulación para, una vez cerradas las urnas, regresar al rol de servidumbre a Puigdemont.
“Trato de hacer de la verdad mi forma de hacer política” tiene declarado Sánchez, flagrante mentiroso. En las autonómicas catalanas se podrá comprobar una exhibición masiva del lenguaje de hipocresía política propio del sanchismo. Para interpretarlo, convendría acudir al David Runciman de La hipocresía política. Más que en las mentiras que fabrican como churros, debemos centrarnos en los fines por los que mienten en función de las necesidades de cada momento. Para el 12-M, todas las patrañas estarán orientadas a narcotizar a los votantes constitucionalistas catalanes para que no vean lo que ven.
La narrativa fraudulenta, que ya se puede ver desplegada por todos los activistas mediáticos, está pensada para superar una seria dificultad. Cada intento por hacer creer que Sánchez no está en manos de independentistas se topa con una declaración contundente de estos en el sentido contrario. Como un sopapo resuenan los “pero si llevamos años pactando con los socialistas” de Otegi y compañía, interesados en demostrar cómo Sánchez e Illa comen en su mano. Los socialistas se presentarán ahora, en campaña electoral, como una muralla contra el separatismo catalán, a pesar de evidencias como la del cupo -comprometido en el pacto Psoe-Junts- que ya le han pasado al cobro al Partido Socialista. Ocurre que los datos de la propia Generalidad demuestran cómo la Comunidad de Madrid aporta un 20% más que Cataluña y recibe un 5,7% menos. ¿No se rompe España, “doctor”?
El domingo, en Pamplona, los concentrados con la cabecera de BNG, ERC y EH Bildu, los aliados que pastorean al Partido Socialista, reafirmaron su voluntad de aprovechar el tiempo que quede de gobierno de Sánchez para acelerar la construcción paso a paso de un Estado propio en Cataluña y País Vasco. Los socialistas, por su parte, se esforzarán en intentar anestesiar al electorado catalán contrario a la independencia con el fin de lograr un refugio electoral que mantenga la ficción. Hablarán de “pasar página”, a pesar de tener ya escritos los pactos para el día después, incluido el acuerdo del alcalde socialista de Barcelona, Collboni con ERC.
Acordada ya la fórmula para el referéndum, que no será desconocida para Conde-Pumpido, la mantendrán oculta a la mirada de los electores constitucionalistas. De la traición socialista, esta es la más alarmante para la España constitucional. El sanchismo utiliza un lenguaje tramposo, cuyos objetivos torcidos producen en la sociedad el daño sobre el que ya advertía Hobbes: “Cuando la hipocresía nos priva de la capacidad de comprender lo que está en juego en la vida política, entonces es cuando adquiere el poder de llevarnos a todos a la ruina total”. Enredarán, pero el candidato de Sánchez para el 14-M no es Illa, sino Puigdemont, del que depende su supervivencia política.
El sociólogo Mariano Fernández Enguita tiene demostrado que una gran mayoría de catalanes es contraria a la expulsión del castellano de la escuela: «aunque está muy mal visto preguntar esto en Cataluña»
Nada retrata mejor la hipocresía sanchista que su apoyo entusiasta a la llamada inmersión lingüística, es decir, la persecución del español, lengua común y materna para una amplia mayoría en Cataluña. El fraude consiste en hacer creer que se trata de una política aceptada masivamente por la población. Nada más falso. El sociólogo Mariano Fernández Enguita tiene demostrado que una gran mayoría de catalanes es contraria a la expulsión del castellano de la escuela: “aunque está muy mal visto preguntar esto en Cataluña, y, por tanto, cada vez se pregunta menos, varias encuestas han arrojado una mayoría” (el Cis la cifró en el 70%, Asep, en el 68%). Las consecuencias son un rendimiento escolar desastroso en Cataluña, como demuestran los datos Pisa de la Ocde y los estudios de Enguita y Julio Carabaña.
Tras décadas de políticas nefastas, no será fácil salir de la trampa de los soberanismos. Desde la defensa de la España constitucional, son de interés las lecciones aprendidas de la experiencia exitosa de Galicia. La agrupación del voto constitucionalista en una opción, la oferta a los electores de un horizonte político de cambio viable y la estabilidad estratégica destacan en la vía gallega contra el secesionismo. Se verá si el gallego Núñez Feijóo acierta en Cataluña.
Para el futuro político del país, se inicia un intenso proceso electoral de poco más de dos meses en el que los españoles tienen en sus manos decidir en las urnas si ponen fin a la pesadilla sanchista con resultados contundentes. La respuesta en tres tiempos: 21-A, 12-M y 9-J.