Si creían que la comparecencia de ayer del presidente para hablar del espionaje telefónico a políticos independentistas catalanes y a miembros del Gobierno, incluido el propio Pedro Sánchez, iba a servir para esclarecer el asunto sin duda se habrán sentido defraudados. Personalmente no lo esperaba. Porque Sánchez no podía ir más allá, ser más claro. Estaba obligado a insistir en que ni conoce ni decide las decisiones operativas del CNI. Y es lo que hizo.
En estas condiciones, ¿puede pretender Sánchez recuperar la confianza de los socios de investidura, en especial de ERC, con la prometida reforma de la ley del CNI para endurecer los controles judiciales, y una nueva normativa de secretos oficiales que derogue de una vez la actual, que data del franquismo? Al PNV no parece sonarle mal la canción. Los republicanos, en cambio, exigen más para ‘desenfadarse’. Y Moncloa, tras entregar la cabeza de la directora del CNI, en asunción de que algo se hizo mal, no es esperable que haga más concesiones.
Aun así, la sesión deparó alguna pequeña sorpresa. Como que Sánchez no tuviera mejor idea que dedicar sus primeros veinte minutos de intervención a cargar con enorme dureza contra las corruptelas del PP. O que pusiera en valor a Pablo Casado por lanzarse contra Isabel Díaz Ayuso, lo que, unido al descontento interno con su gestión, le costó el liderazgo popular.
Seguimos de sorpresa en sorpresa. Lo es que el Supremo vaya a entrar a valorar la corrección jurídica de los indultos a los líderes del ‘procés’, cuando había decidido no hacerlo, porque se ha producido un cambio interno de mayorías. Lo es que independentistas, comunes y el PSC, sí el PSC, hayan pactado una ley para evitar cumplir la orden del Superior de Justicia de que el castellano sea también lengua vehicular en Cataluña y que al menos un 25% de las horas lectivas se den en esta lengua. Y lo es que los socialistas insistan en tratar a EH Bildu como un partido democrático más pese a su negativa a condenar el terrorismo etarra. Sorprendente e injustificable.
El 19 de junio arranca en Andalucía otro largo ciclo electoral que debe culminar en año y medio con las generales, si Sánchez resiste. Las encuestas no son precisamente halagüeñas para las izquierdas. Pero tampoco son óptimas para un PP que se perfila como ganador, pero que ve cada día más cerca a Vox.
¿Las izquierdas, que siempre tuvieron en el Sur su principal granero de votos, creen que pueden recuperar a los cientos de miles de votantes que han huido a la abstención con las cesiones de Sánchez y concurriendo a los comicios divididas en siete listas? Y el PP, Feijóo, ¿creen que les beneficia callar durante 24 horas ante el bochornoso espectáculo protagonizado hace un par de días por el vicepresidente castellanoleonés de Vox con una diputada socialista? Para que se lo miren.
Al menos el presidente Moreno Bonilla no ha descartado repetir los comicios si la ultraderecha tiene la llave de la gobernabilidad y exige retrocesos democráticos para pactar. Veremos. El resultado y las negociaciones.