Del Blog de Santiago González

El Congreso debatió el pasado miércoles, entendamos lo que entendamos por debate, la quinta prórroga del estado de alarma, con préstamos intelectuales entre lo más granado de la cabaña sanchista: Echenique citaba a Rufián como fuente de autoridad en su combate contra Ayuso, Adriana Lastra invocaba a Echenique y en este plan. Rafael Simancas había explicado que el acuerdo con los herederos de Batasuna para comprar sus abstenciones derogando la reforma laboral de 2012 fue culpa del PP, “por dejarnos tirados al no apoyar la prórroga”. La portavoz portentosa, Chiqui Montero abundó con parecido argumento: el PP dimitió de su responsabilidad y obligó al Gobierno a buscar el apoyo de todas las fuerzas políticas, incluida Bildu. El subtexto nos explica: no os hacéis idea de lo que somos capaces para salirnos con la nuestra. Y sí, pactar con los herederos de ETA es una de ellas.

Hay una docena de socialistas asesinados por ETA entre el 27 de octubre de 1979, Germán González, y el 7 de marzo de 2008, Isaías Carrasco. Uno los recuerda a casi todos y no olvida el encuentro de Arnaldo Otegi con los compañeros de Buesa en febrero de 2000. Silencio total, ni un “lo siento” de circunstancias. Sus diputados apoyaron la prórroga de la alarma unas horas después de que su chusma callejera asaltase el portal de Idoia Mendia, sin que él opusiera ningún reparo más que al asesinato de Buesa.  Acertó José Mari Múgica al devolver el carné del partido en el que había militado toda su vida al ver la foto de su secretaria general, Idoia Mendia, cocinando al alimón con Otegi la cena de Nochebuena de 2018  en una sociedad gastronómica.

Pedro I el Mentiroso abundó en el argumento. Cinco veces, cinco, repitió en su ‘Aló, presidente’ del sábado que la culpa era del PP, por negarle sus 89 escaños. “Solo se trataba de sanidad”, decía, para explicar  que había tenido que ofrecer a Bildu cambios en el mercado de Trabajo, a espaldas de los agentes sociales, de buena parte de sus ministros, incluida la titular de Trabajo y a los barones del partido.

Lo más chocante es que no necesitaba el pacto batasuno. Lo impulsó por si se equivocaba. A mí, este ignorante  que confunde ordinal con partitivo, Palencia con Zamora, Soria con Sevilla y cree que Almería limita con Cádiz, me recuerda la observación que a Claudio le hacía su amigo Herodes: “hay listos que se hacen el tonto, tontos que se hacen el listo, pero tú eres el primer tonto que conozco que se hace el tonto. Llegarás a ser un dios”. Pedro, más modesto, se ha conformado con llegar a presidente del Gobierno de España, empeño en el que nos ha hecho tontos a todos los demás. Hablaré por mí, que me autorretrato con un título de Alberti: “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”.

Su pacto con EH Bildu, negado 25 veces antes, no es nuevo. Lo había firmado ya en su investidura y en el Gobierno de Navarra. Él debe de creer que el precio lo pagamos los demás. Aunque no lo sabe, él también ha pagado el suyo: convertirse en el tipo más débil de la política española. Solo así se explica que haya convertido en hombre fuerte de su Gobierno al tipo que le escupió en el Congreso: “su partido tiene las manos manchadas de cal viva”. Si no saben defender su dignidad ¿cómo podríamos encomendarle la defensa de la nuestra?