Los terroristas sólo esperan que se les dé la razón, con una consulta sobre el derecho de autodeterminación o con negociaciones que acerquen a la desconexión con España. La única presión que les hace mella es la judicial y policial. Si de su último señuelo para negociar ha quedado la idea de que están dando sus últimos coletazos, volveremos a los errores de bulto.
Cometerían un error nuestros gobernantes si, después del atentado de ETA de ayer, se limitaran a pasar una página más en la abominable historia de esta banda terrorista que ha pasado cuarenta años perdonándosela a quienes tiene sometidos (o por complicidad o por miedo) y acosando a quienes le han plantado cara, mostrando su solidaridad, y a otra cosa. No sirve que nos digan que «este Gobierno no comenta atentados o comunicados de ETA», por ejemplo, o que «ETA atenta contra la libertad de expresión». La solidaridad, la palmada en la espalda o los insultos del calentón del momento son comprensibles. Las muestras de apoyo, necesarias. Las llamadas telefónicas diciendo el consabido «no nos callarán», también.
Pero es preciso dar un paso más. Unos terroristas que fueron capaces de aguantar la presión social cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco, sólo esperan que se les dé la razón, a través de una consulta sobre el derecho de autodeterminación o a través de negociaciones que les vayan acercando a la desconexión con España. Pero la única presión que hace mella en la banda es la presión judicial y policial. Las manifestaciones con pancartas sostenidas por todos los que se unen durante unos minutos para despellejarse después no tienen, siquiera, efecto secundario en el desistimiento de ETA.
Se hace más necesario que nunca la lucidez en el diagnóstico, la fortaleza en el consenso democrático. Unos pilares que se han sostenido sobre bases endebles en los últimos años. Porque a veces se ha confundido deseos con realidad. Y si del último señuelo utilizado por ETA para negociar con el gobierno de turno, ha quedado la falsa idea de que la banda está dando sus últimos coletazos, volveremos a cometer errores de bulto. Después de los últimos atentados cometidos en Vizcaya, nadie con dos dedos de frente podrá sostener que ETA tiene «comandos chapuza» o «activistas de bermudas». Ahí está el comando que volverá loca a la Policía durante un buen tiempo hasta que localice a sus integrantes, haciendo todo el daño que pueda. Porque los terroristas seguirán haciendo daño mientras sigan teniendo apoyo, infraestructura y altavoces en las instituciones. De ahí, la importancia de acertar en el diagnóstico.
El poeta más citado de los últimos tiempos en el mundo de los Blogs, Monsieur de Sans-Foy, escribía ayer, a propósito del atentado «carnaval de caras largas/ y a decir las mismas huecas/ obviedades y falacias/ eso que hacen es muy feo/ ETA mala, no se mata». Una radiografía irónica del comportamiento de parte de nuestros gobernantes con el terrorismo. El periódico líder del País Vasco no es dócil con ETA. Por eso, la banda ha pretendido callar nuestra voz. Pero pincha en hueso. El que es dócil, se aprovecha. Y el que no se va… o se calla. Pero con EL CORREO no le ha dado resultado.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 9/6/2008