Agustín Valladolid-Vozpópuli
  • Si lo que pretende de verdad Sánchez es neutralizar a los fabricantes de bulos, lo que debería promover, en lugar de una histérica caza de brujas, es un proceso real de regeneración democrática

En abril de 2019, Pablo Iglesias fabricó la campaña electoral alrededor de las cloacas del Estado y su “pata mediática”. Aquella fue una jugada diseñada para remontar en las encuestas, que venían anunciando el desplome Podemos, lo que finalmente acabó sucediendo. El partido que irrumpió en la política española para ponerla patas arriba, descendió de los 71 diputados de 2016 a los 33 en abril de 2019. Un batacazo estrepitoso producto de la decepción acumulada.

En ausencia de una gestión convincente, tras el gran apoyo social obtenido, Iglesias concibió una estrategia compensatoria basada en el victimismo. Primero fue la Casta, luego la Trama, después las Cloacas y por último la Pata Mediática de esas Cloacas. Todo con mayúsculas. La treta, digna del mejor fabulador, se describe con todo detalle en el libro de un colega aún en fase de cocción: “Las que [Pablo Iglesias] llama ‘cloacas mediáticas’ están cada día más llenas, no quedan asientos libres, allí van a parar todos aquellos periodistas que osan cuestionarle”.

La operación que ahora ha puesto en marcha un Pedro Sánchez en serias dificultades, es un calco de aquella. También todo con mayúsculas. En lugar de la Casta utiliza un término más convencional: Los Poderosos. Las Cloacas son la Máquina del Fango. Y la Pata Mediática se ha transformado en el concepto nada original de la Pseudoprensa, ya empleado, como ha recordado Miriam González, por OrbánTrumpPutinMaduro o Bolsonaro. A falta de mejores argumentos, Sánchez señala la suciedad y se ofrece como paladín de la desinfección. Lo mismo que hizo el de Podemos.

La operación que ha puesto en marcha Sánchez es un calco de la de Pablo Iglesias en 2019. La Casta son ahora Los Poderosos, las Cloacas la Máquina del Fango y la Pata Mediática de esas mismas cloacas es la Pseudoprensa

Hace tiempo que Sánchez le comió la merienda a Iglesias en lo doctrinal; lo que algunos socialistas críticos han llamado la “podemización” del PSOE. Hoy, también copia su metodología de salvamento. El presidente ha pasado del espanto insomne, ante la hipótesis de tener que hacerle sitio a Iglesias en el Gobierno, a convertirse en su principal imitador. Podemos volvió a caer de 33 escaños en abril de 2019 a los 26 de noviembre de ese mismo año. Y es que aquello, lo de las cloacas, no acabó de funcionar. Como esto de ahora de Sánchez: tampoco va a funcionar.

Si lo que pretendiera el presidente fuera ayudar de verdad a la neutralización de los fabricantes de bulos, al desenmascaramiento de los falsos periodistas, lo que debería promover, en lugar de una histérica e indiscriminada caza de brujas, es un proceso real de regeneración democrática que incluyera, como elemento básico para el efectivo predominio de la verdad frente a la manipulación y la falsedad, la defensa real -no simplemente retórica- de la transparencia. Y alguna cosa más. Por ejemplo:

El decálogo

1.- Abolición de todo insulto y descalificación gratuita en el debate público.

2.- No utilizar las redes sociales para atacar al adversario, señalar a periodistas no alineados e inflamar a los incondicionales. Menos aún si se ocupa un cargo de gran responsabilidad. Eliminar los perfiles falsos o bots diseñados para elogiar las decisiones propias e insultar a quienes no comparten nuestras opiniones.

3.- Renunciar, salvo justificadas excepciones, a las declaraciones sin preguntas, asumiendo como regla normalizada, y muestra de respeto al derecho a la información de los ciudadanos, las ruedas de prensa no monitorizadas.

4.- Aceptar las decisiones de los tribunales cuando estas no sean favorables a nuestros intereses, evitando cualquier comentario descalificatorio basado en la presunta querencia ideológica de fiscales, jueces o magistrados.

5.- No sacar de contexto, o directamente manipular, las declaraciones del adversario político. Ni siquiera para defender a tu familia.

6.- No situar al frente de los medios de titularidad pública a personas que militen en partidos políticos o hayan ocupado cargos de responsabilidad en el Gobierno en los cinco años inmediatamente anteriores a la fecha del nombramiento. Esto debiera ser de obligada aplicación tanto en RTVE y la Agencia Efe como en las televisiones y radios autonómicas. La medida debiera incluir también al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), al haberse convertido en un actor de comunicación social de primera fila.

Hasta aquí, un paquete de propuestas elementales que en todo caso serían de imposible cumplimiento si no se llegara a un acuerdo sobre lo esencial. A saber:

7.- Recuperación de consensos básicos en las grandes políticas de Estado: seguridad, política exterior, pensiones, Justicia…

8.- Sustitución por personas independientes y cualificadas de aquellos responsables de instituciones o empresas públicas vinculados a partidos políticos. Esta medida debiera ser también de obligado cumplimiento en la administración autonómica y local.

9.- Búsqueda del mayor respaldo político, en beneficio del prestigio-país, para la sustitución de las cúpulas de las instituciones con mayor vinculación a las de la Unión Europea, caso del Banco de España (en breve) y de la AIREF (a medio plazo).

10.- Desbloqueo pactado entre PSOE y PP del proceso de renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) mediante un sistema neutro y democráticamente aceptable. De las distintas fórmulas posibles, me quedo con la del sorteo entre 40 candidatos, seleccionados proporcionalmente según el peso de cada grupo político: 20 por el Congreso y otros 20 por el Senado, elegidos al azar en dos bloques: 12 nombres a extraer de una primera urna compuesta por 24 jueces y magistrados, y 8 de una segunda entre 16 juristas de reconocida competencia.

Yo empezaría por esto último. Sería la mejor señal de que este país tiene remedio. Pero no caerá esa breva. Sánchez ha elegido el camino contrario a la búsqueda de consensos. Allá él. Lo que no es aceptable es que nos venga ahora a darle la vuelta al argumento para arreglar el estropicio que él mismo ha provocado. Con el catecismo pablista bajo el brazo.