Quién iba a decirnos que a estas alturas íbamos a añorar casi con desesperación a Meritxell, mi Meritxell Batet, aquella presidenta del Congreso que manifestaba sus insuficiencias con la desprejuiciada alegría de las criaturas simples. Pero eso es porque nadie nos puso en guardia sobre la posibilidad de que la sucediera en el cargo y en la incompetencia Francina Armengol, que demuestra en cada intervención las habilidades del pato patagónico, no me pidan que se lo detalle.

Francina Armengol (o Barmengol) no sabía interpretar las normas que ella misma había fijado. Recuerde el alma dormida que el 7 de octubre de 2020 fue sorprendida a las 2:10 de la madrugada tomando copas en un bar de Palma (el Hat Bar) incumpliendo la norma de las restricciones por el covid que ella misma había promulgado. Tampoco entendía muy bien las obligaciones del cargo que ocupaba. Ella, cuando era presidenta balear, se negó con reiteración a investigar los casos de prostitución del que fueron víctimas niñas encomendadas a la tutela del Gobierno que ella presidía.

¿Cómo vamos a esperar que entienda correctamente las reglas que han escrito otras manos? Pongamos que hablo del Reglamento del Congreso. Esta ignara entendió que dicho Reglamento establecía que tras la derrota del proyecto de ley en la votación final había que devolver el texto a la Comisión para que lo corrigieran  y volver a presentarlo a votación. Se ampara en su particular lectura del artículo 131.2 del Reglamento, que dice lo siguiente: Su aprobación requerirá el voto favorable de la mayoría absoluta de los miembros de la Cámara en una votación final sobre el conjunto del texto. (…) Si en ella se consigue la citada mayoría, el proyecto será remitido al Senado. Si, por el contrario, aquella no se consiguiese, el proyecto será devuelto a la Comisión, que deberá emitir nuevo dictamen en el plazo de un mes”.

Armengol resumió el asunto con su desparpajo habitual: “Al no haberse obtenido la mayoría absoluta de los miembros de la Cámara a la Proposición de ley orgánica de amnistía para la normalización institucional, política y social en Cataluña, se devuelve a la Comisión de Justicia para que emita un nuevo dictamen, de conformidad con el artículo 131.2 del Reglamento”.

No es que el proyecto no obtuviera la mayoría absoluta, ni la mayoría simple, sino que fue derrotado por mayoría absoluta: 179 votos negativos contra 171 afirmativos. Tienen razón los letrados de la Cámara que rechazan la posibilidad de que  vuelva a la comisión de Justicia para ser reelaborado y volver a ser votado en Congreso dentro de un mes. También la tienen los juristas consultados por El Mundo, así como el Grupo Popular y Vox en sus escritos al Congreso: no cabe ningún trámite para reactivar o continuar un procedimiento que debe entenderse como decaído. Hubo un precedente en la reforma de la L.O. del Poder Judicial de 1997 que se saldó con la devolución a la Comisión de Justicia porque no había conseguido la mayoría absoluta al quedarse en 169 votos afirmativos. Otro tanto pasó en la reforma de dicha Ley orgánica en 1999. Pero todo esto es demasiado complejo para Francine Armengol o quizá es que tiene un sentido muy lato del concepto de analogía.