TONIA ETXARRI-EL CORREO

Volver la vista atrás. La clase política está enfrascada en el túnel del tiempo en este largo puente festivo. La agenda obliga. No es el tardofranquismo ni la llamada memoria democrática. Es la Transición, tan reciente y tan lejana que asoma en la conmemoración de la Carta Magna. Hoy, 6 de diciembre, se volverá a hablar de la Constitución. Unos para honrarla resaltando el espíritu del consenso y de la política de altura de miras del 78, otros para repudiarla porque prefieren la línea de la imposición de un bando sobre otro, obsesionados en desenterrar la Guerra Civil. Pero así está la España del 2022. Lo nuestro es tan original e inédito que tenemos en el Gobierno a ministras que conspiran contra la Constitución. De ahí que la fiesta no sólo quede deslucida sino que tendrá que soportar la carga del enfrentamiento.

Con la mitad de la población escandalizada con los ataques que recibe la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y la otra mitad indignada con la descalificación machista de Vox contra Irene Montero, obviando los insultos que esta ministra dirige a los jueces y a la oposición. Con un presidente de Gobierno que quiere pasar a la historia por haber exhumado los restos del dictador y, de paso, por haber nacionalizado a todos los nietos de los exiliados de la Guerra Civil y el franquismo (una bolsa muy golosa de votantes) en vez de centrarse en defender los grandes logros obtenidos durante la Transición, como blindaje de los derechos y libertades de nuestra democracia.

Poco más puede hacer el Congreso de los Diputados, estos días de puertas abiertas al gran público, que mostrar las huellas de los disparos del 23-F de 1981. Poco más porque el Parlamento ha ido perdiendo terreno en los últimos cuatro años haciendo dejación de su papel de fiscalizador del Gobierno porque está tolerando la injerencia del Ejecutivo. Con un presidente centrado en controlar las instituciones. Además de las judiciales, ha dado la vuelta al CNI, a la Fiscalía General, al Tribunal de Cuentas. ¿Está preparando el escenario por si los votantes le dejasen en la oposición o por si sigue gobernando cuatro años más?

De momento va colocando a sus peones. Los nuevos nombramientos de los dos vocales para el Tribunal Constitucional, el ex ministro de los indultos del ‘procés’ y una ex alto cargo de la Moncloa, han provocado que se hable de «la colonización de las instituciones», mientras el PSOE empieza a dudar de la solvencia jurídica de las leyes de Podemos. Una cadena de dislates que si la estuviera efectuando el PP estarían ya las calles revueltas. Pero como lo está haciendo Sánchez, la sumisión está garantizada. Que se lo pregunten al presidente Lambán, que ha tenido que arrepentirse en público de sus reproches a Sánchez.

Las encuestas ya van alertando al PP. El PSOE se estanca pero el ‘efecto Feijóo’ se va diluyendo. Su capacidad de alianzas es mucho más limitada que la de Sánchez, así es que necesita ganar las elecciones con una mayoría suficiente para poder gobernar. Veremos las tendencias de las urnas el próximo 28 de mayo.

Que se le cambiará la cara a la Constitución y se la deconstruirá de la mano del Gobierno, los nacionalistas y Bildu, nadie tiene duda. Cuando Sánchez tenga un Tribunal Constitucional a la medida se validará el referéndum de autodeterminación para Cataluña. Retorciendo las palabras. Total, el electorado ha asimilado ya muchos tragos. Sin consecuencias penales, los secesionistas podrán volver a dar un golpe a la Constitución. ¿Vamos bien o hay motivos para estar preocupados?