IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Le prometo que me he esforzado mucho y he leído cantidad de noticias al respecto. Pero he de confesarle que no me aclaro con esto del hidrógeno. He llegado a la conclusión de que va a ser una fuente de energía de importancia creciente para el futuro próximo. Pero no sé si utilizaremos hidrolizadores al por mayor, grandes instalaciones colectivas o una variada mezcla de ellas. Tampoco sé que la energía necesaria para obtenerlo procederá de fuentes renovables (hidrógeno verde), tradicionales (hidrógeno marrón) o de todo un poco. No tengo claro si irá destinado a suministrar el consumo industrial, si podremos usarlo en el transporte marítimo y ferroviario o si alcanzará incluso al automóvil y el avión; aunque dudo de que nos atrevamos a viajar con un depósito de hidrógeno en la carlinga o debajo de las sillas infantiles. Tampoco sé en qué medida y a qué ritmo van a mejorar su rendimiento (ahora debe de ser flojo) y como se va a abaratar su coste. Hoy parece excesivo y necesitado de subvenciones similares a las que tuvo la expansión inicial de los aerogeneradores.

Lo que sí tengo claro es que hay una efervescencia de proyectos generados tanto por las industrias consumidoras de energía, como por los propios suministradores de otras energías. Todo ello en un escenario agobiado por los precios del petróleo y el gas, sin que sea sencillo encontrar un mínimo de orden y coherencia en el despliegue de tanta iniciativa. Y todo ello alentado desde las instituciones públicas, que tampoco emiten señales de tener las ideas claras y el camino a recorrer bien diseñado. Todo ello también apoyado por un tupido despliegue de programas europeos que nos acompañan en el esfuerzo. Y fruto de esa efervescencia oímos cosas tan chulas como el Corredor Vasco del Hidrógeno por el que íbamos a deambular camino del progreso.

Vale. Pues ahora nos dicen que los programas europeos han pasado por nuestras ventanas montados en sus camellos, camino de Asturias, sin dejar en nuestros zapatos los regalos que esperábamos. Con la excepción del proyecto de Petronor, quizás el más desarrollado y mejor sustentado, el resto se ha quedado fuera de las dos primeras convocatorias del PERTE del hidrógeno dotadas con 1.555 millones.

Mi perplejidad aumenta y mi criterio se reblandece cuando compruebo que Iberdrola, la primera empresa energética del país y primera eléctrica europea, destina al hidrógeno tan sólo el 2% de sus 47.000 millones de inversiones programas hasta el 2025.