Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 3/6/2011
La deuda catalana creció entre 1995 y el tercer trimestre del 2010 el 333 % (mientras la de Galicia, por ejemplo, lo hacía el 171 %) para situarse en la burrada de 30.304 millones de euros (el doble que la siguiente, la valenciana, y casi el triple que la madrileña), cantidad escalofriante que afecta gravemente a la estabilidad económica del conjunto del Estado.
L os Estados federales -y el nuestro lo es, salvo de nombre- presentan una particularidad que los distingue de los que no tienen tal naturaleza: que al estar en ellos el poder tan repartido, tomar decisiones resulta más difícil.
Por eso uno de los principales teóricos del federalismo, Daniel J. Elazar, afirmó hace tiempo que ese tipo de Estados se caracterizan por la conjunción de autogobierno y gobierno compartido. Sin el primero, la descentralización dejaría de existir. Pero sin el segundo, sería imposible que sistemas tan complejos pudieran funcionar.
Por razones históricas que tienen que ver con el desarrollo de la descentralización, el sistema autonómico español se caracteriza mucho más por su fuerte autogobierno que por un sistema ágil y eficaz de gobierno compartido. De hecho, a debilitar esta pata, esencial en cualquier federalismo, ha contribuido la existencia de partidos nacionalistas que se han distinguido por dos rasgos esenciales: su fuerte capacidad de presión sobre el Gobierno nacional y su frecuente deslealtad institucional e, incluso, en ocasiones, constitucional. Una mezcla explosiva que es, sin duda, el principal rasgo distintivo de nuestro sistema federal.
Pues bien, es en ese contexto, y no en otro, en el que debe situarse el increíble desafío que la Generalitat ha planteado a toda España -no solo al Gobierno central, sino, insisto, a toda España- al presentar unos presupuestos que doblan el objetivo de déficit marcado a las autonomías.
La deuda catalana creció entre 1995 y el tercer trimestre del 2010 el 333 % (mientras la de Galicia, por ejemplo, lo hacía el 171 %) para situarse en la burrada de 30.304 millones de euros (el doble que la siguiente, la valenciana, y casi el triple que la madrileña), cantidad escalofriante que afecta gravemente a la estabilidad económica del conjunto del Estado. Y ello hasta el punto de que un medio tan prestigioso como el Financial Times llegase a publicar en febrero de este año que la deuda de la Generalitat ponía en riesgo los esfuerzos de España y de la propia eurozona por resolver el problema de la deuda soberana.
Es verdad que el actual Gobierno que dirige Artur Mas no es el directo responsable de una situación financiera que el tripartito catalán llevó al borde de la quiebra. Y es cierto que el presidente Zapatero no hizo nada en su día para frenar los desmanes de un Ejecutivo fuera de control que, con el beneplácito del presidente del Gobierno, puso patas arriba las finanzas catalanas y el modelo de organización de nuestro Estado. Pero ni una ni otra cosa justifican la irresponsabilidad de presentar un presupuesto que puede acabar con los durísimos esfuerzos que está haciendo para salir del actual atolladero una ciudadanía cuya única culpa fue la de equivocar el sentido de su voto.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 3/6/2011