Sostenía esa gloria del Derecho que es Javier Pérez Royo en su cátedra de Twitter que “de la misma manera que las Cortes pierden el control de la ley una vez publicada en el BOE, el juez o tribunal pierde el control de la sentencia una vez hecha pública”. Era su manera de valorar la condena impuesta a Alberto Rodríguez después, mucho después, las cosas como son, de que el diputado canario propinase una patada en la rodilla a un policía en La Laguna el 25 de enero de 2014, durante la protesta convocada contra la presencia del entonces ministro de Educación, José Ignacio Wert.
Seguramente no se puede saber todo y si te has aplicado mucho en la Constitución no puedes trabajarte mucho la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que desde finales del siglo XIX dejaba muy claro esto de la ejecución de las sentencias: “Artículo 985. La ejecución de las sentencias en causas por delito corresponde al Tribunal que haya dictado la que sea firme”. Y esto es así desde muchos años antes de que Pérez Royo naciera.
El diputado delincuente, como le llama con fortuna la secretaria general de Vox, negó la mayor, empezando por su presencia en el lugar de los hechos. Apuntaló su versión esa improbable criatura que responde al nombre de Ione Belarra y que ejerce de secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030. Sostenía esta ingrávida moza que su colega había sido condenado aunque las pruebas demostraban que no estuvo allí. Todos hemos podido verlo, hay fotos, pero la ministra Belarra ha decidido llevar hasta el fin la máxima de que las mujeres siempre dicen la verdad, incluso en contra de la evidencia. Ella va más lejos: “El objetivo era quitarle el escaño. El Supremo presiona a la Presidencia del Congreso para retirárselo aunque ambos saben que no es lo que dice la sentencia. Prevaricación”. ¿Por qué tanto empeño en quitarle un escaño que va a ocupar el siguiente de la lista, también de Podemos? Prevaricación es lo de esta moza, en su variante intelectual: decir chorradas a sabiendas.
Luego está la especialidad de Pedro Sánchez, cumplir el programa de su socio, madrugándole el anuncio. Diríase que el doctor Fraude ha puesto al día la vieja invitación de Romanones: “Haga usted las leyes que ya haré yo los reglamentos”. En estos tiempos no tiene interés el reglamento; es mucho más útil dar los cuartos al pregonero, la publicidad. “¿Educación o propaganda?” decía Pablo Iglesias a los jóvenes comunistas de Zaragoza. “Propaganda, sin lugar a dudas”. Y Pedro Sánchez anunció la Ley de Vivienda de Podemos, como si de un proyecto propio se tratase.
Otro tanto pasó con el gran objetivo de Yolanda, la derogación de la reforma laboral aprobada por el PP y que fue clave en la recuperación del empleo en la etapa de Rajoy. Sánchez aceptó derogarla en su discurso de clausura del Congreso socialista en Valencia: “Lo primero que hará el PSOE será derogar la reforma laboral de Rajoy”, dijo, aunque no va a ser exactamente lo primero que haga. Le ha puesto sordina, especialidad de la casa, para tranquilizar los castos oídos europeos y en parte para aupar un poco a Nadia Calviño. Yolanda no está para injerencias, pero tendrá que tragar la presencia de tres o cuatro ministerios para no llegar a acuerdo alguno, como pasó este fin de semana. Coordinación llaman a esto.