Dejadnos votar, Pau

JESÚS LAÍNZ – LIBERTAD DIGITAL – 15/07/17

Jesús Laínz
Jesús Laínz

· ¿También a ti te ha vencido la presión ambiental? ¿También a ti te han lavado el cerebro?

Estimado Pau:

Acabo de leer tus declaraciones sobre el referéndum secesionista de Cataluña, declaraciones que me han dejado perplejo. Según parece, te has mostrado «partidario de votar y de ejercer tu derecho y tener una opinión sobre una posible situación social que te afectará a ti, a tus amigos y tu familia. Aquí, y en cualquier lugar, las personas deben involucrarse y no deben quedarse sin votar».

La verdad es que tienes toda la razón del mundo, Pau: las personas deben poder participar en la toma de las decisiones políticas que les afectan. En eso consiste la democracia, en que nadie decida por los demás. Pero precisamente por eso me sorprende que apoyes la celebración del referéndum secesionista. Porque dicho referéndum consiste en privar de voz y voto a los demás españoles sobre un asunto que les afecta enormemente. ¿Puedes imaginar, Pau, la magnitud de las consecuencias políticas, sociales, económicas, diplomáticas, militares, internacionales, fiscales, sentimentales y familiares que implicaría la secesión de Cataluña? Echa un vistazo a tu familia y amigos, Pau, y dime si no sería como partir en dos a una persona y pretender que cada una de las dos mitades pudiera continuar viviendo con un ojo, una oreja, un pulmón, un brazo, una pierna y la mitad del estómago, el hígado y el corazón.

Eso que los separatistas catalanes –yo prefiero llamarles segregacionistas, luego verás por qué– llaman «construcción nacional de Cataluña» no es otra cosa que la destrucción nacional de España, sobre la que pretenden que los demás españoles no podamos abrir el pico. Acabas de declarar que «en cualquier lugar las personas no deben quedarse sin votar». ¿Los demás españoles quedamos al margen de la norma? ¿Te parece justo, Pau? ¿Te parece razonable? ¿Por qué no nos dejáis votar? Por cierto, tú llevas muchos años viviendo en USA. ¿Te imaginas a los de Minnesota o Michigan proclamando su derecho a decidir unilateralmente su secesión?

Fíjate que ni siquiera te he preguntado si te parece legal y constitucional, lo cual ya sería argumento suficiente. Porque el ordenamiento jurídico español, cuya norma suprema es la Constitución, obliga por igual a todos los ciudadanos y es la emanación de la soberanía, que reside en todos ellos, sin distinción alguna de procedencia regional. Es más, los segregacionistas catalanes llevan años declarando que a ellos no les afecta la Constitución y que están legitimados para desobedecerla. Pero olvidan, o más bien ocultan, que los catalanes aprobaron con entusiasmo esa Constitución que ahora se rechaza. Tan entusiastas fueron los catalanes con ella que la aprobaron por abrumadora mayoría (90,4%), superior a la del conjunto de España (88,5%).

Es más, la Constitución se hizo para satisfacer los deseos de los segregacionistas vascos y catalanes, sobre todo un Título VIII diseñado para cumplir, no la voluntad de una mayoría de españoles poco interesados en el sistema autonómico, sino la de aquéllos. De los siete llamados «padres» de la Constitución, dos fueron catalanes: Jordi Solé Tura y Miquel Roca. Tan cómodos han estado los segregacionistas catalanes con aquella Constitución que no sólo han gobernado Cataluña durante cuatro décadas gracias a ella, sino que incluso han tenido una influencia desmesurada en los gobiernos nacionales mediante pactos de legislatura tanto con el PP como con el PSOE. Y ahora, una vez lavado el cerebro y envenenado el corazón del suficiente número de catalanes, rechazan la Constitución porque ya no les conviene. ¡Vaya timo, Pau!

Los segregacionistas catalanes, con su empleo totalitario de los medios y la educación, han logrado convencer a muchos catalanes de que solamente ellos pueden opinar sobre la destrucción de España. Han proclamado que se trata de su derecho y que quienes se opongan a ello no respetan la democracia. Por eso tantos catalanes engañados se indignan de buena fe contra los demás españoles cuando alguien intenta explicarles que ese derecho no existe, por mucho que algunos políticos interesados lo hayan enunciado. ¿Tendréis los catalanes derecho a tener esclavos negros sólo por el hecho de que sus gobernantes así lo proclamen?

Y entre esos catalanes que se creen titulares del derecho a decidir al margen de los demás españoles parece que también estás tú, Pau, al igual que tu hermano Marc. ¿También a ti te ha vencido la presión ambiental? ¿También a ti te han lavado el cerebro?

¿De verdad crees que los catalanes sois tan especiales? ¿De verdad crees que tenéis más derechos que los demás españoles? Tú, como catalán, sabrás bien que ese complejo de superioridad impregna Cataluña desde hace bastante tiempo. Al fin y al cabo en eso consiste el núcleo ideológico del segregacionismo que gobierna tu tierra. Nada menos que el padre de la idea, Enric Prat de la Riba, escribió allá por 1898 que entre los catalanes y los castellanos median diferencias insalvables «de raza, temperamento y carácter» y que el castellano es un «pueblo primitivo». Su camarada Pompeu Gener, influyente ideólogo, se quejó de lo que consideraba dominio castellano sobre Cataluña porque «nosotros, que somos indogermánicos de origen y corazón, no podemos sufrir la preponderancia de tales elementos de razas inferiores».

Y tú sabes bien, Pau, que estas opiniones no quedaron aisladas en tiempos lejanos, pues se repiten en tu tierra cada dos por tres. Para no ponernos pesados, recuerda sólo a ese Miquel Lupiáñez –¡nacido en la Alpujarra!– que hace unos días comparó a Cataluña con Dinamarca y a España con el Magreb. Si yo fuese catalán de soca-rel, como tú, me sentiría abochornado por semejantes infamias.

junto al desprecio está el odio, por supuesto, aunque los hipócritas de todas las ramas del segregacionismo catalán estén todo el día gritando a los cuatro vientos que ellos no tienen nada contra España ni contra los españoles. ¡Qué desvergüenza! Ahí tienes a Oriol Pujol definiendo a España como las aguas podridas que ahogan a Cataluña, a Lluís Llach declarando que es un cáncer y a su colega Núria Feliu diciendo que es una garrapata. Tuvieron buenos maestros en los segregacionistas de anteriores generaciones, como aquel Ventura Gassol –no sé si te une a él algún parentesco–, destacado fundador y dirigente de Esquerra Republicana, que proclamaba:

Nuestro odio contra la vil España es gigantesco, loco, grande y sublime. Hasta odiamos el nombre, el grito y la memoria, sus tradiciones y su sucia historia.

Intenta ponerte en el lugar de los demás españoles, Pau, que llevamos un siglo largo recibiendo todo tipo de insultos y ofensas por parte de los segregacionistas catalanes, esos aristócratas del espíritu que, encima, nos acusan de odiadores y opresores y se permiten proclamar derechos de uso exclusivo pisoteando los de todos los españoles.

¿Tan superiores sois los catalanes que podéis imponer vuestras decisiones a los demás? ¿Tan tontos somos los demás españoles que no podemos ni decidir sobre nosotros mismos?

Pau, dejadnos votar, por favor.