Dejarlo a tiempo

IGNACIO CAMACHO, ABC 21/05/2013

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· La política está tan desprestigiada que sólo alcanza cierto respeto quien, como Basagoiti, la abandona a tiempo.

La política ha alcanzado en España tal grado de desprestigio que en ella sólo obtiene aplauso público quien la abandona. Los políticos ya no se hacen perdonar ni muriéndose porque la fobia de la crispación los persigue en el anonimato de internet, como ha pasado hace poco con Mercedes de la Merced, y les clava obituarios feroces que son como escupitajos en la tumba. Así que Antonio Basagoiti, que aún es joven y después de haber esquivado a la ETA no parece entusiasmado por palmarla a destiempo, ha optado por el portazo antes de que sea demasiado tarde para vivir la vida que tiene derecho a ganarse. Tampoco es que lo hayan despedido con torrentes de lágrimas –sobre todo los suyos, que siempre son los que más se alivian cuando corre el escalafón– pero ha dejado patente que aún hay dirigentes en cuya escala de valores no figura en primer término la pasión por envejecer calentando una poltrona o un escaño.

A Basagoiti, moderado, flexible y moderno, se le calificaba tópicamente de político prometedor aunque nadie le había prometido nada; figuraba en fantasmagóricas listas de

como si Rajoy fuese aficionado a las quinielas. En un arranque de pragmatismo vital ha optado por no esperar eventualidades y largarse a hacer las Américas ahora que aún puede y sabe; se va con la reputación intacta y algún sinsabor de ingratitudes genéricas porque en el jardín de nuestra olvidadiza democracia no sólo ya no pastan héroes sino que a los supervivientes de las batallas los reciben a gorrazos. Un tipo se pasa media vida bajo el acoso terrorista, arriesgando el pellejo por la libertad, y cuando desaparece la amenaza el premio consiste en un

Antes de irse ha dejado en los anales parlamentarios un testamento formidable: esa intervención en la Cámara vasca en la que leyó en voz alta, mirando a la cara de los batasunos, los nombres de las 858 víctimas del delirio etarra. Veinte minutos escalofriantes; un monumento a la dignidad y la memoria levantado con inspirado coraje moral en las narices de los testaferros del crimen. Sólo por eso Basagoiti merece una despedida honorable después de haber atravesado un desfiladero en el que le han llovido pedradas; desde sus propias filas por ser leal a Rajoy y por haber pactado con el PSOE a cambio de nada –como si desalojar al nacionalismo de un feudo vigesimal fuese poco– y desde las adversarias por no acabar de aceptar el relato oficial de una paz sin derrota de los malos. Hacer política en España es un oficio vilipendiado pero hacerla en el País Vasco fuera del circuito hegemónico representa el suplicio de Tántalo.

Dicen los entendidos que pese a todo este hombre tenía porvenir en la política. Pero ha preferido buscarlo en otra parte al entender que el presente es el período en que el futuro pasa por un mientras antes de transformarse en pasado.

IGNACIO CAMACHO, ABC 21/05/2013