Del aislamiento y otras debilidades

Ignacio Camacho-ABC

  • Apoyado en la creciente colaboración americana, Marruecos le está tomando ventaja diplomática a España

 

Cuando la UE se declara «profundamente preocupada» -«deeply concerned»- por un problema, significa que el que lo sufre lo tiene que resolver como buenamente pueda. Que no existe solución ni ayuda que esperar de la diplomacia europea. Puede tratarse de Sbrenica -diez mil asesinados-, de los refugiados de Siria, del drama de Lampedusa, del conflicto de Gaza, de la crisis de Ceuta y Melilla. El proyecto comunitario es una potencia económica escasa de cohesión política, especialmente ahora que Merkel está de retirada. Por eso Marruecos es consciente de que se halla en mejor posición geoestratégica que España tras haber obtenido el apoyo de Estados Unidos -con Trump y con Biden- en su reclamación sobre el Sahara. El régimen de Mohamed VI conoce y explota su papel frente a la amenaza de la yihad en el norte de África, donde a la hora de sellar alianzas los grandes actores internacionales son poco quisquillosos con la calidad de la democracia. Ésa es su ventaja: se ha sabido vender como una garantía de confianza.

El chantaje de estos días ha sido una demostración de poder ante un Gobierno español despistado, sin interés ni criterio ni relevancia en el plano diplomático, incapaz de descifrar los verdaderos problemas del Estado. Los marroquíes han utilizado el pragmatismo americano para hacer ver al Ejecutivo de Sánchez la facilidad con que pueden desestabilizarlo. Si hay algo que deja a los gurús de Moncloa paralizados es una situación de emergencia o de colapso; ya demostraron en la pandemia que para eso no están preparados. Lastrada por sus prejuicios ideológicos, por un imaginario que considera las plazas norteafricanas -y Gibraltar- un atavismo rancio heredado de Franco, nuestra izquierda tiende a enfocar la crisis como un drama humanitario, renuente a aceptar que se trata de un desafío político de gélido, inescrupuloso, perverso cálculo.

El presidente no puede contar con sus socios, a los que la integridad nacional les trae al pairo, y para establecer consensos con la oposición hace tiempo que perdió el crédito. Le falta el favor de los interlocutores extranjeros; la ministra de Exteriores es una incompetente funcionaria carente de peso y de respeto y ni siquiera Borrell sirve de gran cosa a estos efectos. Es el riesgo de estar pendiente sólo de los pequeños intríngulis domésticos, de la propaganda de consumo interno. No funciona la táctica de buscar culpables; el único es Marruecos y ni siquiera se atreven a nombrarlo para no agravar el desastre. Tampoco puede, como ha hecho con el Covid, mutualizar responsabilidades. Hasta los servicios de inteligencia, vulgo espionaje, han reaccionado mal y tarde. Le queda el espíritu de servicio y disciplina, que no siempre la empatía, de guardias y militares. Poco equipaje para un aprieto en el que no sirve el laboratorio de frases ni el señalamiento de los sospechosos habituales.