Del bipartidismo imperfecto al bicobardismo perfecto

LIBERTAD DIGITAL 22/05/16
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

Si el lío político-judicial de las banderas del separatismo terrorista catalán se hubiera producido unos días antes, el Parlamento de Cataluña podría haber recibido a Otegui con la parafernalia simbólica que la ETA exhibió en la rueda de prensa que inauguró el protectorado terrorista que había pedido Carod Rovira y finalmente pactó –siendo presidente de la Generalidad den funciones- con el jefe etarra Josu Ternera. Por ese pacto las provincias catalanas quedaban exentas de los asesinatos que la banda seguiría intentando en las de Aragón, Comunidad Valenciana y Baleares. A cambio, la Esquerra se comprometía a representar políticamente a la ETA en España y el Extranjero. Fue en Enero de 2004, dos meses antes del 11M, la fecha en la que, según reconoce el propio Otegui, «cambió todo».

Como en los actos de homenaje a los etarras vivos o muertos, los proetarras catalanes, que tras lo de Otegui son ya todos los nacionalistas, podrían haberle hecho al terrorista un pasillo de ikurriñas y esteladas hasta la tribuna del Parlamento, donde los separatistas entonarían, con chuletas de ayudamemoria, el Eusko Gudariak y Els Segadors.

Con Otegui, sobran pinganillos
Subrayemos que el pistolero conocido como ‘El Gordo’ desde sus años de poli-mili, o sea, Otegui, utilizó el español en su encuentro con sus socios catalanes, que también usaron la odiosa lengua opresora para entenderse mejor con su ídolo.

Tras la emotiva proclamación de su pacto para destruir España, la lengua común de vascos y catalanes, amplísimamente mayoritaria en ambas comunidades, volvió a ser maldita, multable y execrable, pero el acto sirvió para demostrar la onerosa ridiculez del pinganillo traductor en el Senado: cuando quieren entenderse en los asuntos importantes, por ejemplo con la ETA o en el vestuario del Barça, todos hablan español. Si no lo hacen en el Senado es por humillar a todos los españoles. Y porque a esa izquierda que no merece llamarse española pero que vive y muy bien de los impuestos de todos nosotros, suele complacerle denigrar a nuestra Nación.

Meritxell, equidistante entre la bala y la nuca
Pero la proclamación de Otegui como Conseller en Cap honorario y real de la Generalidad separatista, porque sus fans de la CUP son los que realmente mandan en Cataluña, sirvió para que los socialistas, la mitad del bipartidismo imperfecto que ha gobernado España durante cuarenta años, demostrara que ha alcanzado la última fase de su ciclo: el bicobardismo perfecto. Mientras los nacionalistas de todos los partidos homenajeaban a la ETA en la persona del terrorista Otegui y el PP y Ciudadanos se reunían con las víctimas del terrorismo en Cataluña -de la ETA y de Terra Lliure o ETA Lliure, por sus estrechísimos vínculos de siempre con la banda etarra-, la decapitadora, Iceta mediante, de la otrora indiscutible Chacón, Meritxell Batet, nº 1 del PSC por Barcelona y estrecha colaboradora de Pdr Snchz, decidía no decidirse por ninguno de los dos bandos, el de los verdugos o el de las víctimas. Aunque, por supuesto, lo que defendió en los medios fue la legitimidad de que Otegui fuera homenajeado en el parlamento catalán.

Es difícil imaginar mayor traición al Pueblo Español, que es el titular de la Soberanía Nacional y la fuente de sus ingresos, que la perpetrada por la otrora primera fuerza política de Cataluña: colocar al separatista Álvarez al frente de la UGT estatal y declararse neutral entre la ETA y sus víctimas. Sin embargo, la traición del PSC al PSOE y a España adopta la forma del cobardismo. Traición fue la del Tripartito de Montilla al doblar la cuantía de las multas por rotular en español los modestos comercios de Cornellá o Santa Coloma de Gramanet. Cobardía, dentro del cobardismo generalizado, es la de Meritxell, que prefiere no elegir entre los asesinos y los asesinados. En el País Vasco, entre el PP y la ETA, ZP y Eguiguren eligieron a la ETA. En Cataluña, cobardean porque hay elecciones, pero su bando está claro.

El cobardismo de Rajoy: el PP estelat
Xavier García-Albiol
salvó el honor del PP en el homenaje a Otegui. Sin embargo, como Rajoy ha hecho de la cobardía un deporte profesional sólo tardó dos días en traicionarse, al estallar el Caso de las esteladas. Sólo Albert Rivera apoyó a Dancausa en su prohibición de una bandera que, tal y como ha explicado Pablo Planas en LD, no es la del separatismo catalán, sino la de los separatistas terroristas, la del EPOCA y la banda Terra Lliure.

El cobardismo de Rajoy alcanzó, en todo caso, un nivel estratosférico al desentenderse de la decisión de la Delegada del Gobierno en Madrid, que no sólo aplicó la Ley sino el sentido común, previendo conflictos entre las aficiones sevillista y nacionalista catalana, que no azulgrana, porque esa bandera no es la del Barça, ni la oficial de Cataluña, que es la de las cuatro barras del Reino de Aragón, ni siquiera la «cubana» o separatista antigua del Estat Catalá del coronel español Francesc Maciá, con el triángulo azul. Y el heroico Albiol del martes se tornó el jueves tan cobarde como el jefe real del PP catalán, Jorge Fernández Díaz, reprobando la actuación de la delegada del Gobierno en Madrid, que además de ser legal no le correspondía juzgar a él, si no fuera porque el papel de Pujol, Roca o Durán que siempre quisieron heredar los Fernández Díaz era y es el de agentes de todo lo catalán en Madrid, incluidos los intereses dudosos o abiertamente delictivos de tipo empresarial y las asociaciones nebulosa o claramente terroristas, como es la de la estelada y Terra Lliure.

Jueces que juzgan lo que no saben
El cobardismo perfecto en que está desembocando el bipartidismo imperfecto del PP y el PSOE, se manifiesta, sobre todo, por la deserción de los dos grandes partidos en todos los debates de la opinión pública. Hubiera bastado que García-Albiol, Fernández Díaz, Rajoy o, lo que parece lógico, porque para eso es la portavoz del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, compareciera en rueda de prensa mostrando cinco banderas: la azulgrana del Barça; la blanca y roja con la cruz de San Jorge, propia de la ciudad de Barcelona; la cuatribarrada oficial de Cataluña; la «cubana» separatista y la separatista terrorista de Terra Lliure , exhibida y asumida por la ETA en esa rueda de Prensa que formalizó el pacto terrorista-separatista.

Si Soraya, que va de sabihonda y es más huera que el Sacromonte, hubiera explicado en cinco carteles la naturaleza de la estelada, aventando el analfabetismo periodístico y dificultando el odio a España de la horda podemita que ella teleamamanta, habría evitado el juez de lo Contencioso este terrible error en su auto: «En ningún caso ha resultado probado que la exhibición de la estelada pueda incitar a la violencia, el racismo, la xenofobia o cualquier otra forma de discriminación que atente contra la dignidad humana».

Con todo respeto, Señoría: no tiene ni idea de lo que dice. Desde su origen como símbolo del separatismo radical y violento, la estelada representa el proyecto dictatorial de Terra Lliure y de la ETA. Cientos de asesinatos, miles de atentados, decenas de miles de víctimas, centenares de miles de exiliados son el resultado de esa política violenta, xenófoba, racista, discriminadora y que atenta contra la dignidad humana.

¿Tiene la obligación un juez, aunque sea de lo Contencioso, de saber esto? Moralmente, la tiene. ¿Tiene la obligación el Gobierno de España -y los dos partidos que se han turnado en él durante casi cuatro décadas- de explicarlo por si los jueces, de lo Contencioso o de lo que sea, no lo saben? Moral, política y hasta legalmente, la tienen. ¿Y por qué no lo hacen? Por lo dicho antes: al bipartidismo imperfecto le ha sucedido el bicobardismo perfecto. El resultado se verá pronto: hoy, en el fútbol; el 26J, en las urnas.