ABC-LUIS VENTOSO

Sánchez nos condujo de vuelta a los espejos cóncavos del callejón del Gato

QUÉ pena que un talento para la sátira como el del divino Valle-Inclán ya no habite entre nosotros. Qué lástima que la crónica política esté hoy en manos de gacetilleros que no llegamos a la suela del zapato al creador del esperpento, genio literario que supo ver que a veces la realidad española se torna tan grotesca que solo puede retratarse con la imagen distorsionada que nos devuelven los espejos cóncavos del callejón del Gato.

El Valle más esperpéntico revivió ayer en su esplendor con la presentación del libro de Sánchez, obra no escrita por su autor, como es norma en él, y absolutamente insólita: ningún presidente en ejercicio se vincula a una editorial, y menos si ésta posee un grupo mediático, pues pasa a tener vínculos con la misma que comprometen su independencia. Pero esto es España, patria del esperpento, donde los escrúpulos democráticos ya no importan un carajo. En plena precampaña, la televisión pública le ha dedicado a Sánchez un doble botafumeiro: el martes, entrevista de cámara en TVE; ayer, emisión en directo de la presentación de su libro.

La jornada prometía desde el inicio. A la izquierda del no autor del «Manual de Resistencia», el simpático alpinista Calleja, al que una vez Sánchez invitó a dormir en su casa para que lo emitiese en su programa y hacerse el guay (el resultado es conocido: toña épica en las urnas y los míticos 84 escaños). A la izquierda, directamente rescatada del circo de Gran Hermano y también teñida de rubio, la veterana Mercedes Milá. En el público, los ministros, que les iba en el sueldo, y el Padre Ángel (en Madrid si haces un acto y no te viene el Padre Ángel debes hacértelo mirar, porque no se pierde una). El desarrollo de la charla discurrió entre el asombro y la vergüenza ajena. Pasmo al ver que Sánchez, hasta ayer socio de separatistas y comunistas y ahora templado centrista, se lanzaba con rostro de hormigón a elogiar a Rajoy por su «enorme sentido de Estado». Sonrojo al ver a Milá planteando la siguiente pregunta a «mi persona»: «Tú que eres un gran patriota, ¿por qué aguantas que te llamen traidor?». Una cuestión que Sánchez escuchó con el tolerante pesar de un beatífico santón hindú. Luego, ya en calor, el show tomó sesgo «Sálvame». Críticas de Milá a Rivera, que parece que «está despistado con esto de que anda con la Malú». Una expresión sexista de libro. Pero Gandhi Sánchez, mirando al techo contrito, se limitó a responder apesadumbrado: «En política hay demasiado cortoplacismo». Interesante frase en un tipo que muda de principios cada tres meses, que apuñaló a Rajoy tras prometerle en La Moncloa lealtad contra el separatismo, que pone verdes a sus compañeros en su libro, que imposta que es amigo del Rey y lo manipula como herramienta de marketing para su causa.

Al principio me sonreía. Luego se me agrió un poco la mueca. Es desasosegante que hayamos tenido que soportar a este presidente, la tómbola que lo rodea y el festival de gas de sus ocho meses. Si lo que se lleva es esto, habría sido mejor tener directamente en La Moncloa a Jorge Javier.