JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • Sánchez nunca le ha traído nada bueno a nadie, salvo al circuito de su esposa, que se lo han llevado crudo. Ya llegará la Justicia, lenta e implacable
Como una loca atracción de feria, el sanchismo nos empuja veloz del hartazgo a la repugnancia, y vuelta a empezar. Estomagante. Pasando por un alipori insufrible, fíjate que el tipo ese va de gira antisemita por el mundo. Todos saben que mancha y se alejan de él con sonrisa de circunstancias, como cuando se puso a perseguir a Biden para darle la vara; parecía un vendedor de enciclopedias o un comercial de secta trajeada.
Sánchez nunca le ha traído nada bueno a nadie, salvo al circuito de su esposa, que se lo han llevado crudo. Ya llegará la Justicia, lenta e implacable. El único español al que no le afecta la Justicia es –a la vista está– Jordi Pujol. Será tarea de los futuros historiadores resolver el enigma de la impunidad absoluta y el blindado impenetrable del padre de la cleptocracia catalana, totalizante y roma. Hecha esa excepción, aquí se acaba pagando, y el futuro que merece Sánchez es de banquillo, con juicio justo y con aplicación de la ley. Suena a excentricidad ahora mismo, pero eso es porque entre el hartazgo y la repugnancia, la repugnancia y el hartazgo, el pueblo se ha deprimido y ya descree de todo, empezando por él mismo; descree de su naturaleza soberana, no advierte que es imposible fraccionarse sin violar antes los fundamentos de la democracia liberal.
Último hartazgo: crece la colección de arbitrariedades de un fiscal general pupilo de Dolores Delgado. El «no idóneo» fiscal (CGPJ dixit) deja al moverse un tufo de decisiones ajenas al principio de legalidad que debería guiarle, un historial de supeditación al clan de Garzón el Prevaricador, vía Lola.
Última repugnancia: la judeofobia de Sánchez, que llama «acontecimiento» a un bombardeo masivo. Las colles de castellers que mantienen al autócrata en lo alto van en trajes tradicionales de ruso, de iraní, de catarí que te vi. Él siente un apego natural hacia los terroristas. Es una cosa que le sale de dentro, muy sincera. Al etarra lo coloca al mando del relato sobre España y a compartir el timón del Estado. Al del tsunami lo protege, le borra los antecedentes, y su jauría, digo su Gobierno, ladra a los jueces que investigan. A Hamás se ha entregado tanto después del pogromo de octubre que hasta le han felicitado. A ver qué otro líder occidental presenta semejantes credenciales de afecto terrorista.
Con Irán debe extasiarse: ¡el terrorismo hecho Estado! Uno que bombardea al enemigo de Sánchez, Israel, cuyo Gobierno, certero, tilda a nuestro autócrata de «cero absoluto». Quiere que Israel desaparezca, como Hamás, Yihad Islámica, Hezbolá, los ayatolás y toda la izquierdosidad woke. En una era de exaltación de las identidades, hay una identidad maldita: la judía. Qué casualidad, llevamos dos mil años así. Qué tendrá Irán, qué tendrá Catar. Bueno, Catar, entre otras cosas, tiene el paquete mayoritario de Iberdrola y ha pasado por Colonial, IAG y Prisa. Sí, hombre, sí, hay que hablar claro para sacudirse la repugnancia y el hartazgo.