Editores-Eduardo Uriarte
Pasaron pocas horas desde el nombramiento de la señora Batet como presidente del Congreso para que el Parlamento español empezara a parecerse al catalán. Demoras, consentimientos inaceptables en los acatamientos a la Constitución, e incluso polémica con el Tribunal Supremo. Ya avisaba el socialismo actual de determinadas maneras poco respetuosas con las Cortes cuando estando disuelto el Congreso el Gobierno hacia aprobar por la Diputación Permanente decretos ley carentes del carácter de urgencia. Y lo sigue demostrando Sánchez -como avisa Javier Tajadura (El Correo, 25,5, 2019)- anunciando desde el Gobierno la designación de los presidentes del Congreso y del Senado cuando se trata de otro poder diferente. Al menos podría guardar las formas, no se pide tanto como la independencia del speaker del Parlamento británico.
El “no te preocupes” de Sánchez a Junquera, tras el saludo de ambos, cuando el procesado se dirigía al presidente en funciones con un “tenemos que hablar”, no deja de ser una escena significativa. Estando el señor Junquera procesado y preso por rebelión no se puede dirigir al presidente del Gobierno, y mucho menos que éste le diga que no se preocupe. ¿Le va a indultar si sale investido con los votos de los procesados? El disparate político en el que hace tiempo vivimos empieza por el presidente del Gobierno, pues cabe la posibilidad de que éste asuma la concepción totalitaria de que la voluntad política no tiene límite.
El socialismo español, en general la izquierda española, nunca ha sido republicana. Lo fueron Prieto, Negrín, y alguno más, y acabaron mal con su partido. La izquierda cree que el republicanismo es una modalidad de anarquismo dirigida a abolir monarquías y hacer la revolución social, ignorante que el primer republicanismo, que buscaba el imperio de la ley, el ideal de un gobierno no de hombres sino de leyes, fue el de la restauración monárquica del parlamentarismo británico. El que la guillotina en Francia acabara con el monarca fue el resultado de la reacción absolutista del rey contra la Asamblea. Sin embargo, en teoría, el republicanismo limita la voluntad política de los partidos pues éstos tienden al totalitarismo.
En España el republicanismo es más un blasón anarquista que un pedestal fundamental, junto al liberalismo, de la democracia. Así se dan en la política, donde la partitocracia ha hecho estragos entre sus protagonistas, personajes poco sensibles ante el marco de legalidad supeditándolo a la voluntad política de los partidos. El recién elegido presidente del Senado, bastante responsable en su discurso inaugurar, tampoco resulta ser un buen conocedor de la necesidad de la independencia de poderes cuando afirma en una entrevista (El País, 25, 5, 2019) respecto a la situación generada por el Proces: “…hay un escenario que podría reconciliar todo (que podría reconsiderar todo, corrección posterior en el mismo diario y hasta emitida por TVE) y es que hubiera una sentencia absolutoria, es una posibilidad. Si no es así, parece claro que generará una respuesta en Cataluña porque los sectores independentistas reaccionarán”. No lo dice un senador cualquiera, lo dice el presidente del Senado, cuyo conocimiento de Montesquieu está académicamente avalado. Lo que demuestra el alcance de la enajenación sufrida debido a la militancia en el partidismo.
Quizás los comentarios que expongo supongan un exceso de sensibilidad crítica hacia una legislatura que inicia su recorrido. Pero resulta difícil adoptar una mirada benévola cuando surge de una campaña en la que se ha tildado a la derecha de heredera del franquismo mientras que el candidato a investir presidente buscaba el apoyo en antisistemas y nacionalistas.
Sánchez, después de las elecciones municipales y autonómicas en las que se ha producido la debacle de Podemos, pudiera girar su deriva izquierdista y mirar hacia la derecha, o, lo que es más probable, suplir las deficiencias de Podemos con el apoyo de unos secesionistas en crecimiento electoral gracias en gran medida a los esfuerzos ejercidos por él mismo desinflamando la situación. Optará por el apoyo nacionalista porque estamos en un nuevo proyecto político en el que ingenuamente el socialismo actual desea integrarlos.
Responsabilidad y oportunismo
Poco tiempo le ha faltado a Sánchez para llamar a Ciudadanos a un posible acuerdo de gobernabilidad tras el fracaso padecido por su formación en Madrid a causa del desplome de los populistas de izquierdas. Para colmo busca mediadores para ejecutar tal presión, razón de su visita a Macron, y todo tipo de discurso editorial en la prensa amiga siguiendo la estela de la vicepresidenta en funciones que llama a Ciudadanos a la responsabilidad en la gobernabilidad y a apartarse de la ultraderecha de Vox. Ella, que fue un bastión en la negativa a investir a Rajoy aún teniendo más apoyos que los que hoy tiene su secretario general para ser investido presidente.
Para Macron, incluso para Valls, y para muchos más -pues es difícil entender que el socialismo español no sea republicano-, debiera quedar claro que el PSOE actual no es precisamente un modelo de socialdemocracia debido a sus excesivos acercamientos a los nacionalistas, tanto a los catalanes como a los vascos, y a Podemos. Que, así como Podemos y los nacionalismos citados mantienen idearios y prácticas contra el sistema, en ningún caso se han visto tales en la denominada ultraderecha de VOX. La formación de ultraderecha pondrá en entredicho determinadas leyes y aplicaciones de estas, pero no ha conculcado la legalidad. Vox ni siquiera estuvo presente en la última concentración de formaciones populistas de derechas de Milán organizada por Salvini. España es diferente, y el PSOE también.
Pero Ciudadanos, “a fuer de liberal”, no puede responder al candidato a investir presidente de la misma manera que éste le contestara a Rajoy. Aquella irresponsabilidad y grosería política que, por cierto, le costó el puesto de secretario general a manos de lo que aún quedara de la anterior generación del PSOE, hoy barrida o fallecida. El no es no es incompatible con un régimen parlamentario. Ciudadanos no puede comportarse de la misma manera que Sánchez.
Ciudadanos debe acudir a la Moncloa con un mínimo programa de Gobierno y negociarlo con toda seriedad. Programa que debiera incluir unas pocas cuestiones, pero fundamentales, tales como el rechazo a cualquier indulto a los procesados por el Proces. La aplicación del 155, o intervención de la autonomía catalana, de persistir los comportamientos de rebeldía y exaltación de la secesión. Traslado al Senado de todos los presupuestos de las comunidades autónomas -en el caso vasco incluidas sus diputaciones forales- con el fin de dotar de claridad la financiación de todas ellas. Además, la no promoción desde el Gobierno de España y los partidos que lo apoyan de ninguna modificación de estatutos de autonomía que supongan conculcación o mutación constitucional. Y, finalmente, presencia proporcional a los escaños de cada partido en el Consejo de ministros, única manera de hacer visible en caso de desacuerdo, mediante las dimisiones correspondientes, la crisis de Gobierno. Un programa en el seno de la legalidad y que no debiera provocar rechazo alguno por parte de cualquier constitucionalista.
Sin embargo, la llamada a la responsabilidad a Ciudadanos por el PSOE, no va dirigida tanto a sostener el Gobierno de la nación como a las autonomías en litigio donde una coalición a la andaluza puede desbancarle de su gobierno. El PSOE no está interesado de ninguna manera en el apoyo a Sánchez en el Gobierno de la nación, prefiere el apoyo de Podemos y nacionalista, lo que quiere es Madrid, Castilla-León y Aragón. Y, sin embargo, no parece vaya a apoyar a los constitucionalistas en Navarra y opte por la coalición nacionalista incluida Bildu. Porque Bildu no es de extrema derecha como Vox,
No deja de ser una muestra más de cinismo y oportunismo la reclamación de coherencia que el socialismo español exige a Ciudadanos solicitándole su apoyo cuando las designaciones de los presidentes del Congreso y el Senado han marcado ya una línea de entendimiento con los secesionistas catalanes, los acuerdos en Euskadi prosiguen su alianza con el nacionalismo, y queda por conocer, porque nada se dice, la decisión que va a adoptar el socialismo en Navarra, aunque todo hace suponer un desenlace junto a los nacionalista. Y, aún así, Rivera debe ir a la Moncloa y negociar con Sánchez. El no es no en política era y es una idiotez política.
Ciudadanos, que ha tenido un serio reto ante unas elecciones de enorme bipolarización, por su situación en el centro, por un ideario liberal poco dado al enfrentamiento, y su juventud como partido, por recibir críticas a derecha e izquierda, ha sabido salir bastante bien parado mediante algunas concesiones a la sobreactuación para llamar la atención. Después de este desenlace electoral bastante aceptable, es en la negociación de los pactos de constitución de gobiernos donde se juega su futuro. La coherencia con su ideario, aunque esté levemente esbozado todavía, la necesidad de equilibrar el poder en toda la geografía española, la necesidad de supervivencia de la derecha conservadora, el mantenimiento de la legalidad constitucional, y la cortesía en la política, es lo que debiera regir este proceso de negociación. Ahora es cuando se la juega.