Kepa Aulestia-El Correo
- El ascenso de EH Bildu, frente a la decepción del PNV, pareció acabar con un país previsible y entregado a la hegemonía jeltzale
El presidente del EBB, Andoni Ortuzar, declaró el domingo haber «tomado nota para el futuro» de los resultados del 28-M. El ascenso de EH Bildu, frente a la decepción del PNV, pareció acabar con un país previsible y entregado a la hegemonía jeltzale. Aunque convendría no precipitarse al suponer que la izquierda abertzale está lejos de alcanzar su techo electoral, y que el nacionalismo gobernante se encuentra en un declive generacional irremisible. Solo que el resultado de los comicios locales y forales devuelve a Euskadi al laberinto. Y devuelve al laberinto a todas y cada una de las formaciones políticas con representación institucional. Lo que ocurra en las generales convocadas por el presidente Sánchez para el próximo 23 de julio, y lo que ocurra en las autonómicas de 2024, dependerá de cómo se muevan en un futuro que ya es presente.
Ayer Arnaldo Otegi reivindicó el cambio de ciclo político. Pero refiriéndose al que a su parecer se habría operado en el «sur de Euskal Herria» -Euskadi y Navarra-, pasando por alto que el Partido Popular se haya situado en las urnas por delante del PSOE. El cambio de ciclo político es el comodín al que se aferró Otegi para explicar la paulatina desaparición de ETA, sin que se sepa aún si era algo que preveía o que buscaba con su disolución, y sin que se conozca su naturaleza. El cambio de ciclo político vindicado ayer sugeriría que la izquierda abertzale está dispuesta a relegar al PNV al frente de las instituciones vascas, asimilándolo al orillamiento definitivo de la derecha foralista en Navarra. Más tarde Otegi puso en valor el papel de EH Bildu para sumar votos antifascistas el 23-J. Pero está por ver qué significará para la izquierda abertzale el cambio de ciclo político en el caso de que ese día Alberto Núñez Feijóo releve a Pedro Sánchez en La Moncloa. El comodín retórico de Otegi podría servir entonces -dentro de cincuenta y cinco días- para anunciar la desconexión de Euskal Herria respecto a la España reaccionaria, como interpelación directa al PNV de cara a las autonómicas.
El PNV no tiene más remedio que reeditar el pacto con el PSE para asegurarse la Diputación de Gipuzkoa e impedir que EH Bildu se haga con la Alcaldía de Vitoria. Respetar la lista más votada sería muy elegante. Pero supondría tanto como disponerse a acabar siendo una formación sólo bizkaitarra, y a duras penas. Más valen cuatro años de poder que un gesto honroso. Aunque desde Sabin Etxea nunca podría alegarse que la izquierda abertzale tampoco respeta el primer puesto de UPN en Navarra y en Pamplona, siendo partícipe de Geroa Bai. El cambio seguro es que a partir de ahora los jeltzales contarán con una oposición -la de la izquierda abertzale- que no ha sido tal en el ámbito institucional. Una oposición que, si el PP gana el 23-J, se jactará de representar el único independentismo y el único proyecto socialmente solidario. «Tomar nota para el futuro» del escrutinio del 28-M no significa nada cuando el laberinto resultante se traga el oasis vasco. Hasta al PNV puede resultarle inútil dar más vueltas a la disyuntiva frente a EH Bildu si, haga lo que haga, empieza a sentirse perdido.