HERMANN TERTSCH-ABC
El Gobierno de España premia la traición y castiga la lealtad
DICE la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que va a castigar al Rey Felipe VI con su ausencia de los actos oficiales en torno a la feria de telefonía conocida como la «Mobile». Ganas dan de asegurar que no será lo peor que le ha pasado al Monarca en los últimos tiempos. Quienes sí van a sufrir la enésima miserable patochada de Ada Colau son los barceloneses. Porque se van a quedar sin el Mobile World Congress. Había ya pocas dudas, después de que hace un año los visitantes y participantes pasaran las de Caín entre manifestaciones violentas y huelgas. Ahora, con estas ofensa a las instituciones y la ley por parte de Colau y otros indignos personajes de la Generalidad, solo un milagro impedirá que este colosal acontecimiento tecnológico se vaya con sus inventos a otra parte.
Con sus visitantes, miles de empleos, grandes inversiones e inmensos efectos económicos directos e indirectos. No sabemos a dónde irá. Sí sabemos que, con su huida, el MWC lanzará un mensaje que se oirá en todo el mundo. Con el que Barcelona quedará estigmatizada como una ciudad indeseable, hostil, insegura y secuestrada por fuerzas tribales siniestras. Los hoteleros saben lo que está pasando. Las empresas que se van también. Pero la gravedad del proceso de pauperización que Cataluña va a sufrir es aún difícil de concebir para la mayoría.
Nadie puede alegrarse del hundimiento de Cataluña como región desarrollada. Antes que nada porque la riqueza de Cataluña es obra y patrimonio de todos los españoles. Que han generado aquella riqueza. Y siempre aceptaron que desde hace casi dos siglos los gobiernos de España le otorgaran privilegios y trato de obscena preferencia, mientras otras regiones están sumidas en olvido y abandono. Porque Cataluña no solo es una parte más de España, es con el País Vasco la región más mimada, favorecida y enriquecida por el favor de los poderes de Madrid. Los privilegios para Cataluña han aumentado proporcionalmente a la deslealtad y falsedad de una parte de su población. Así se ha promocionado al separatismo hasta hoy, creyendo que se apaciguaba cuando se alimentaba a la bestia antiespañola.
Ha llegado el momento de que España cambie de actitud. Hay un clamor en la propia Cataluña también para que así sea. Pero el Gobierno de Rajoy está decidido a continuar con su obsequiosidad hacia el delincuente y su desprecio al español leal y honrado. Ahora anuncia miles de millones, no para los aeropuertos de toda España; para uno, el de Barcelona. Y cientos de millones para soterrar vías; no en toda España, solo en Hospitalet. Eso sí, incumple sus promesas a la Policía y a la Guardia Civil, los dos cuerpos que han hecho frente al golpe de Estado. A cambio recibe de los golpistas ayuda para ese fraude de ley que es la cesión de un escaño para hacer grupo en el parlamento regional. A la lealtad, desprecio. A la agresión, concesión y turbio cambalache cómplice. Así, hasta el naufragio.