Iñaki Ezkerra, ABC, 13/4/12
CUANDO el PP perdió las elecciones de 2008, lo mismo que cuando perdió las de 2004, se extendió una consigna tácita de calma, de paciencia, de espera para la bronca y la regañina por todos los sectores que conformarían la oposición política, sociológica y mediática a los Ejecutivos socialistas salidos de aquellos comicios. Se pensaba desde la propia derecha —y con acertado criterio— que no se podía apretar a tope el acelerador de la crítica desde el primer día de esas dos legislaturas, por varias razones que me parecen cabales: porque era de una elemental y prudencial cortesía dar un tiempo a esos Gobiernos; porque no iba a resultar verosímil una artillería de argumentos que se disparase contra una gestión todavía naciente y carente de tiempo para mostrar resultados; porque un país no podía soportar una permanente tensión de campaña electoral durante cuatro años seguidos; porque era «demasiado pronto», en fin, para poder plantar una batalla agresiva contra los ganadores de esas elecciones y corría el peligro quien lo hiciera de que se le viera el plumero revanchista, o de quemarse él en vez de quemar al adversario. Tan efectiva, aunque no explícita, fue aquella consigna de sosiego y contención, que la primera manifestación de la AVT contra la política de Zapatero en materia terrorista no tuvo lugar hasta el 4 de junio de 2005 (o sea, hasta pasado un año y tres meses de la llegada del PSOE al poder) y una vez que se había llevado a las Cortes la famosa moción del 17 de mayo de 2005 que daba luz verde a la negociación con ETA. Fíjense que estamos hablando de unas movilizaciones que los socialistas han presentado siempre como de una dureza injusta y extrema. El partido de Rubalcaba ha estado, sin embargo, en las barricadas desde el mismo «día después» del 20-N y los sindicatos, con su inestimable apoyo, organizaron una huelga virtual a solo tres meses de esas elecciones. Se está montando demasiado pronto, y con un gran peligro de autodesgaste, un descontento artificial desde el PSOE que no resulta verosímil, y que ha llegado a la apoteosis esta semana al querer aprovecharse del dramatismo de la situación económica que los propios socialistas han creado. El mismo partido que no daba ninguna credibilidad a los mercados cuando gobernaba quiere hacer ahora el truco de que éstos están de su parte y critican lo mismo que él critica del Gobierno. Los mercados quieren más reformas y recortes. La izquierda quiere menos, pero nos intenta vender, en un espectacular alarde de prestidigitación, que esos mercados están en su misma pancarta y que son poco menos que los sindicatos de Méndez y de Toxo. En esta operación del «todo vale para el convento socialista», sólo les falta vendernos una foto de Rodiezmo retocada en la que veamos a las agencias de rating con el puño en alto.
Iñaki Ezkerra, ABC, 13/4/12