La gran medida política del plan Ibarretxe precisa de la sombra amenazadora de ETA. Una vinculación perversa, porque la necesidad de cambio de marco político que defiende el nacionalismo pierde gran parte de su fundamento sin el agente principal del conflicto que se dice querer resolver.
Un clima de tranquilidad y cierta alegría se extendió hace días por mi entorno cuando llegó la noticia de las detenciones de los que mandaban en ETA. ¡Qué palo!, ésta es gorda, como la de Bidart, pero en una situación peor para ETA. No hay que relajarse, es el consejo que a continuación unos ofrecen a otros; a ver cuándo acaba esta miseria. Y las cosas parecen más amables, y hasta su Euskal Herria es más hermosa bajo esta fina lluvia que reaparece porque les han quitado de la circulación. Satisfacción entre los amigos.
Los nacionalistas, en general, también parecen congratularse por las detenciones, pero luego viene la resaca de explicaciones y los peros, hasta que uno acaba dudando de si realmente se congratulan o están perdidos en sus dudas y con el alma partida. A qué viene el consejo de la portavoz del Gobierno vasco de que ETA tiene que negociar, cuando esa época pasó hace tiempo y su debilidad es evidente. ¿Acaso quiere ofrecerle la baza de que todavía tienen la capacidad de negociar? Es verdad que con menos ETA hay menos conflicto, y prestamos menos atención, ya poca, a las pretensiones soberanistas del plan Ibarretxe; de ahí el interés en ofrecerle todavía a ETA capacidad negociadora.
Cualquier buena persona nacionalista declara, de entrada, su valoración de las detenciones como un hecho positivo. Pero a continuación, con un automatismo que forma parte de su discurso, introduce la segunda parte de la declaración, ésta más amplia y en un tono mesurado, para hacerlo más didáctico y comprensible, poniendo el énfasis en que las medidas policiales no resuelven la situación, que hace falta medidas políticas que vayan al origen de las causas. Y otra vez la retahíla, expuesta por enésima vez, hace dudar de si la primera parte de su discurso no era simplemente un obligado prólogo para hacer valer las reivindicaciones nacionalista. Medidas políticas, pero las suyas.
Que yo sepa, en toda sociedad democrática las medidas policiales son medidas políticas. Pero soy consciente de que esto no lo aceptaría mucha gente (no sólo nacionalistas; y mucho menos éstos), así que abandonemos por inútil este argumento. Sin embargo, sí ha habido medidas políticas para acabar con el terrorismo que se ven avaladas por su comprobada eficacia para su derrota, como lo son el Pacto Antiterrorista y por las Libertades y la Ley de Partidos. Lo que ocurre es que esas medidas políticas tan eficaces no son las que los nacionalistas quieren: su medida política es el nuevo Estatuto de libre asociación con España. Más nacionalismo hasta el dintel de la ruptura, pese a que la fórmula no se ha mostrado eficaz, sino todo lo contrario, para acabar con el terrorismo. Todos los intentos negociadores, conversaciones y concesiones anteriores se demostraron ineficaces, y fueron más de veinte años con ese proceder, ocasiones múltiples que ETA despreció para encontrarse ahora en el atolladero al que se dejó arrastrar el nacionalismo institucional.
Prueba de la existencia de ese alma partida, de sus dudas a la hora de felicitarse por las detenciones, ha sido la aberrante moción del Ayuntamiento de Eskoriatza mostrando su solidaridad con la jefa de ETA detenida. Una declaración inconcebible que deslegitima a dicho ayuntamiento y que expresa una simpatía injustificable a una persona acusada de catorce asesinatos. Su simple planteamiento, criticado a posteriori por las direcciones de los partidos postulantes, pero sin amenaza de castigo a los ediles, demuestra como está el patio nacionalista y la Ezker Batua de Madrazo.
Demuestra que la gran medida política del plan Ibarretxe precisa de alguna forma de la sombra amenazadora de ETA. Una vinculación perversa, porque la necesidad de cambio de marco político que defiende el nacionalismo pierde gran parte de su fundamento sin el agente principal del conflicto que se dice querer resolver. El nacionalismo despacha su condena a ETA para pasar inmediatamente a buscar la solución del conflicto en las medidas políticas que él unilateralmente propone. Si hay que atenerse a los hechos, ahí queda aprobada la moción del Ayuntamiento de Eskoriatza.
Eduardo Uriarte Romero, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 14/10/2004