Luis Ventoso-ABC

  • Empiezan a sumarse demasiadas cosas que solo se admiten en España

La democracia española ha perdido calidad de manera acelerada. El público sufre el adoctrinamiento de un poder omnipresente, que vive en la televisión. Los medios, todavía acomodándose a la oportunidad/desafío digital, han visto mermada su independencia económica, garantía real de una prensa libre, y muchos han aparcado el deber fundacional del periodismo: la crítica del poder. Por último, sufrimos una clase política de baja calidad, lo que provoca que los abusos contra la democracia se diluyan en el alboroto permanente, cada vez más faltón y cortoplacista. Resultado: la mentira se ha convertido en divisa homologable y los filtros de calidad de la democracia están obturados.

No es normal que el CIS, que pagamos todos, lo presida un militante fervoroso del

PSOE, que saltó directamente de la ejecutiva de Ferraz al cargo. Tezanos compatibiliza además la presidencia del CIS con la de la Fundación Sistema, vinculada al Partido Socialista. Marró por completo en Andalucía cuando Moreno Bonilla llegó al poder. No dio una en los comicios de noviembre, cuando otorgó a Sánchez 30 escaños de más; al PP, ocho de menos; a Vox, 31 de menos y Cs, 25 de más. Son cifras para irse a casa al día siguiente. Ayer cocinó otro sondeo lisérgico, que regala once puntos de ventaja a Sánchez, cuando los institutos privados hablan casi de empate técnico. No es anecdótico. La toma del CIS por el PSOE vicia la democracia.

No es normal que el vicepresidente «social» amenace con escraches a políticos opositores, como Ayuso y Abascal, en represalia por las protestas frente a su casa y la de Ábalos. Cuando la vicepresidenta Santamaría sufría este tipo de acosos, inadmisibles ayer y hoy, Iglesias los aplaudía como «jarabe democrático». Ahora exige a Marlaska que blinde su chaletazo de Galapagar con siete coches de la Guardia Civil. No es normal en una democracia madura que un vicepresidente se proclame el Joker antisistema y se dedique a zaherir a la monarquía, los jueces y la prensa opositora. Tampoco es normal la respuesta de salón del Far West de Abascal: «No mandes a tus sicarios. Ven tú».

No es normal que la ministra de Justicia del PSOE pase a fiscal general. No es normal que el Portal de Transparencia se cierre cuando más falta hace, con un Gobierno con poderes especiales, anómalos. No es normal que se esgrima la salud para coartar el legítimo derecho de protesta, que puede ejercerse con garantías sanitarias. No es normal que incumpliendo la ley de manera flagrante el Gobierno se niegue a facilitar los nombres de los integrantes del supuesto comité científico de Simón. No es normal que TVE siga con una presidenta eternamente provisional puesta a dedo por el Gobierno para apoyar… al Gobierno. No es normal que un general de la Guardia Civil ordene vigilar las críticas al Ejecutivo en las redes. Y no es normal intentar dejar en segundo plano a uno de los mejores activos del país, el Rey Felipe, solo porque un ególatra quiere jugar a jefe de Estado de alocución semanal.

Se está oxidando nuestra democracia. Es decir: tus derechos y libertades. Pero la solución no es acosar la casa de los políticos. Sean de izquierdas, de derechas o mediopensionistas.