Demoledor

Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • Los pésimos resultados de Euskadi en el informe PISA obligan a abrir un debate urgente y sin apriorismos ideológicos

Esta semana hemos conocido los resultados del informe PISA. Han sido decepcionantes. Inmediatamente hemos asistido a un coro de lamentaciones y a un rosario de justificaciones. Desde las que parecen sensatas, como la apelación al Covid, que impidió el desarrollo normal de la enseñanza al limitar, y en épocas prohibir, el acceso a las aulas. Otras merecen un estudio más profundo, como la distracción que supone la utilización masiva, y no solo para seguir y potenciar las clases, de las pantallas, los móviles, las redes sociales, las web de sustitución de trabajos etc. Parece ser que un uso limitado y correcto es mejor que ningún uso, pero también que su uso masivo es peor que un uso limitado. Sería bueno que quienes saben de esto llegasen pronto a un acuerdo sobre el uso óptimo de las nuevas tecnologías y que los sistemas de enseñanza respondan de inmediato y se acomoden a las conclusiones. Nos jugamos mucho.

El desastre es general pero sería un error conformarnos con eso tan socorrido como apelar al consuelo de los tontos que supone conformarse con el mal de los muchos. El hecho de que casi todos los países occidentales hayan empeorado sirve para indicar el tamaño de los efectos del Covid, pero lo malo es que temas como las matemáticas o la pura comprensión lectora se desplomen. Si no entiendes bien lo que lees, ¿cómo vas a aprender lo que estudias?

Si impides, o al menos dificultas y no promueves que los buenos sean mejores, porque eso es elitista y atenta contra la igualdad, si el esfuerzo por mejorar carece de premio, lo que conseguirás es que todos empeoren. El sistema anatematiza la excelencia y no premia el esfuerzo. Así impedimos que los buenos sean mejores, pero conseguimos que los malos sean peores. El comportamiento tiene toda la lógica del mundo. Si el resultado va a ser similar, puesto que todo el mundo pasa de curso, ¿qué sentido tiene esforzarse? La excelencia ha terminado por considerarse sospechosa del fomento del elitismo y culpable de la desigualdad. Lo malo es que el nivel medio lo sufre y se desploma, como refleja el estudio de PISA.

También se han oído conclusiones intolerables, rayanas en la xenofobia, como la culpabilización de los inmigrantes realizada por la responsable del Govern catalán. La educación es el mejor ascensor en la escala social y la mejor manera de integrarse en una sociedad y también es la mejor garantía de la igualdad de oportunidades en la línea de salida de la vida. Es lo que más iguala, si se hace bien, y lo que más frustra si se hace mal. La acogida de los inmigrantes hay que hacerla bien o, si no, es mejor negarla. Proporcionar un buena enseñanza a los que llegan es la mejor justificación para permitirles que lleguen y un ineludible deber de solidaridad para con los que llegan.

Nos queda encontrar la justificación de que las comunidades con lengua propia evolucionen peor

Y nos queda encontrar la justificación de que las comunidades autónomas con lengua propia sean las que peor evolucionan. ¿Son el euskera y el catalán enemigos de la calidad de la enseñanza? ¿Ha bajado esa calidad como consecuencia de la mayor atención prestada al idioma propio, o no tiene nada que ver? Dé usted las respuestas, a mí me da miedo. Este tema es material radioactivo de máxima intensidad y tan solo sugerirlo le convierte a uno en vil antipatriota.

Pero esto nos lleva a otro ejercicio necesario que es comparar los resultados con los dineros invertidos. Aquí también vemos cosas impactantes. El País Vasco es el territorio que más dinero invierte en la enseñanza, mientras que Madrid dedica poco más de la mitad y obtiene resultados mejores y Castilla y León invierte un tercio menos y su desempeño es muchísimo mejor. Incluso si aplicamos la mayor de las comprensiones y concedemos toneladas de buena voluntad hay que convenir que los resultados no están acordes con el esfuerzo desplegado por la sociedad. ¿Tiene algo que ver esta anómala situación con lo descrito en el párrafo anterior? Dígalo usted, a mí no se me ha quitado el miedo todavía.

Con la calidad de la enseñanza y con la mejora de la productividad en las empresas nos jugamos el futuro. Una razón más que suficiente para abrir un debate sobre ello. Habría que hacerlo con urgencia, sin esconder la realidad y sin ‘aprioris’ ideológicos. Pero no se hará así, se lo aseguro. Eso es mucho pedir.