Demoliciones Torra, S. A.

DAVID GISTAU-RL MUNDO

El ‘president’ puede tener síntomas de un cuadro patológico. Que ni sus consejeros supieran que iba a plantear su desafío revela que sus interlocutores estratégicos son otros

El cabecilla de los radicales, Joaquín Torra, alias «el Quim», alias «el President», alias «el Excelentísimo», aprovechó su comparecencia parlamentaria para adjudicar la culpa de la violencia a los dos cuerpos policiales que están dando la cara en la calle y a los que todavía aguardan jornadas duras. Qué humillante tuvo que ser para los mossos implicados en las batallas callejeras oír decir a su jefe que, para ellos, éste es un momento de autocrítica y revisión. Al estigma de las «fuerzas de ocupación» que agrede a la Policía Nacional, se agrega la presunción de infalibilidad que la izquierda cultiva para el pueblo y que hace necesaria la puesta en circulación de los clichés de manual acerca de los «esbirros» del Estado y la represión.

Sin embargo, los ciudadanos de Barcelona, los que intentan salvar sus propiedades y a sus familias del fuego, los que padecen un bloqueo de sus vidas cotidianas, los que amanecen entre olores a plástico quemado y restos en los que se quedan pegadas las suelas como ocurre con la cera derramada por las procesiones en Sevilla, están poco dispuestos a aceptar sin más este argumento maniqueo de un independentismo que ha perdido para siempre, y precisamente ante la sociedad a la que pretende representar, la coartada victimista.

Estos vecinos a los que conmueve cada noche la violencia desatada en sus barrios no ven en los policías esbirros sino un último baluarte de contención que lo salva todo del caos y que compensa lo que por lo demás es ausencia de los dos estados, el local y el nacional. Agréguense bomberos, sanitarios y hasta operadores de limpieza. Como quiera que, además, los paladines de la independencia son en gran parte niñatos pijos metidos a malotes que se hacen selfies delante del fuego para tener algo que contar en Instagram, a este momento del texto se le ajusta a la perfección la reflexión contracultural de Pasolini acerca de que en el 68 él simpatizaba con los policías porque eran los verdaderos proletarios: delante tenían niños bien jugando a ser niños mal. Como muchos de éstos a los que Torra y los anónimos conspiradores de Tsunami han convertido en peones de su juego político, destino triste del machaca manipulado que ni siquiera sabe que lo es porque fantasea con la posibilidad de estar haciendo historia.

La comparecencia de Torra tuvo más observaciones que pueden considerarse síntomas de su cuadro patológico. Lo que Victor Hugo dijo de Napoleón, que fue el primer loco que se creyó Napoleón. Y no nos referimos a que igualara la violencia incendiaria de baja estofa con personajes de los grandes movimientos civiles como Rosa Parks y Martin Luther King, además del comodín Mandela, empleado hasta para rebajar cataduras etarras como la gaseosa amansa el vino bravo. La mención de Luther King es inocua porque mantiene a un sujeto trastornado, ensoberbecido de falsos destinos mesiánicos, en un plano cursi y retórico. Mucho más inquietante es que ese perturbado que abusa de los imperativos de arenga cuartelaria –¡Endavant! ¡Ni un paso atrás!– y que, al fin y al cabo, acapara ciertos poderes ejecutivos, no sólo no escarmiente de la violencia sino que la siga alentando: «Mojarse por la libertad», llama al vandalismo. Y que, además, en sede parlamentaria, confiese la intención, y hasta le ponga fecha, de volver a la coacción unilateral que está en el origen del actual marasmo.

Era obvio que el independentismo aprovecharía la sentencia del Supremo como catalizador para empujar la ruptura hacia el estadio final. Pero que ni siquiera sus consejeros supieran que Torra plantearía ayer un desafío tan explícito revela que sus interlocutores estratégicos son otros, y están probablemente operando detrás de la pantalla de Tsunami. Aunque nadie en la clase dirigente nacionalista pueda hacerse el escandalizado por estas bravatas –todos llevan años subidos a la bravata–, se habría dicho que Torra también quería arrastrar a ERC hacia una pugna definitiva, como si quisiera arruinarle conversaciones y propósitos propios, con las elecciones y las salidas carcelarias de fondo, que tal vez expliquen la contención de Sánchez.

Los augurios para la jornada de huelga extorsiva de hoy son pesimistas. Los mossos recomiendan a los ciudadanos permanecer en casa. Además de las columnas tractorianas, esperadas para el mediodía, y a falta del mítico tanque entrando por Diagonal, la Policía Nacional ha enviado su camión-botijo, lo más similar, parece ser, a liberar el kraken.