JESÚS LAÍNZ – 29/11/16
· De nuevo a vueltas con el derecho de autodeterminación del pueblo catalán. Derecho a decidir lo llaman ahora, que queda como más inatacable. Enamorados de sus propias palabras, los separatistas no alcanzan a comprender que dicho derecho no se crea por mucho que lo enuncien. En breve: ni Cataluña es una colonia, ni ha sido conquistada, ni sufre ocupación extranjera, ni España vulnera en Cataluña los derechos humanos. Es más, los únicos derechos lingüísticos vulnerados en Cataluña son los de los castellanohablantes.
Arguyendo la simpleza de que un estado pasado legitima y exige uno futuro, también han recurrido al conde Borrel, a Jaime I y a las instituciones tardofeudales derogadas por Felipe V. Además, siempre quedan las peculiaridades lingüístico-culturales, esa gran fábrica de naciones según los esquemas románticos que, gracias sobre todo al nefasto Wilson, desquiciaron Europa en 1918 y prepararon la segunda hecatombe mundial.
Según ello, cabría la secesión pasiega por el habla y los tejados de pizarra, y la lebaniega por echarle al cocido garbanzos en vez de alubias. ¿De dónde sale el despropósito de que una peculiaridad lingüística o cultural exige un estado separado? Además, ¿no se basa la democracia en que las decisiones políticas –y la de la secesión es de gran calado– han de ser tomadas por todos los afectados? Es decir, ¿los demás españoles no tienen derecho a decidir sobre la destrucción de su país?
Pero, tras décadas de lavado de cerebro, sembrados de ponzoña los catalanes y recogida la cosecha de una mayoría de votos por incomparecencia del adversario, el argumento final es el nacimiento del derecho de autodeterminación por simple voluntad de la mitad más uno, criterio endeble donde los haya.
Tan densa concentración de disparates es incompatible con la supervivencia de una nación seria. Y, salvo improbable intervención divina, el equipo de contables que se supone que gobierna España no va a estar a la altura. Tenemos otro 98 a la vuelta de la esquina. Y para colmo de indignidad, esta vez sin resistencia.