‘Derrochólicos’

IGNACIO CAMACHO-ABC

  • En el anuncio de los derrochones anónimos en terapia de grupo falta el más célebre despilfarrador de dinero público

Si Sánchez viese la propaganda que él mismo encarga sabría que es un ‘derrochólico’. Es decir, un adicto al dispendio. Un yonqui del despilfarro energético. «Todos lo somos de algún modo», dice la campaña con que el Ministerio de Teresa Ribera pretende fomentar el ahorro. Es probable que tenga razón, pero unos lo son más que otros. Porque movilizar un Falcon y un Superpuma para ir a un concierto de Serrat en Barcelona no parece exactamente un paradigma de compromiso ecológico. Serrat, por cierto, había cantado pocos días antes en Madrid, pero Moncloa decidió que el simbolismo político de la despedida en su tierra justificaba el desembolso. De combustible y de dinero, dos elementos con los que todo el mundo tiene problemas excepto el Gobierno, capaz de emplear trescientos mil euros de los contribuyentes (fuente: ‘Vozpópuli’) para decirnos que hay que gastar menos. Sin contar el coste de las inserciones publicitarias en los medios. Consejos vendo que para mí no tengo.

En el ‘spot’ sale una especie de reunión de ‘derrochólicos anónimos’ haciendo examen de conciencia. Uno se confiesa de propasarse con el lavavajillas, otra de ir por el pan en coche, un tercero de poner la calefacción a toda mecha. Habrán dejado para otra entrega a la cohorte de asesores y altos cargos de Presidencia, cuyo número no hay modo de establecer a ciencia cierta aunque entre todos suman 126 millones de nómina, ejemplo de gestión austera. Más los del resto de departamentos, entre los que destaca la ‘banda de la tarta’ de Irene Montero, autora intelectual de la ley del ‘sí es sí’, la de autodeterminación de género y otros hallazgos pioneros del Derecho europeo. Sería un espectáculo muy pedagógico verlos a todos juntos en una sesión colectiva de terapia de grupo. «Me llamo Pedro y abuso del presupuesto en asuntos de más que dudoso interés público». Ahí sí que hay material de primera clase para un anuncio.

Pero eso no lo veremos porque son ellos los que están consagrados a la misión histórica de reeducarnos. Todo gasto les parece adecuado en el empeño de moldear la conducta de los ciudadanos, gente de natural individualista, montaraz y anárquico, consumidores compulsivos necesitados de una inmersión a fondo en los ideales solidarios. Resulta de general conocimiento que el español medio es un tipo rumboso, pródigo, manirroto, acostumbrado a subir a tope el termostato de los radiadores y pisar el acelerador a fondo porque siempre llega a fin de mes con desahogo. Por fortuna existe un Gobierno responsable, frugal, sobrio, tan preocupado por el cambio climático y el rigor económico que su presidente emplea un avión y un helicóptero del Estado en una excursión de ocio. He aquí una muestra de compromiso sólido con la reducción de la huella de carbono, esfuerzo en el que todo sacrificio es poco. Cuando nos llama derrochones ya no se sabe si es un cínico o un cachondo.