El reconocimiento de sus víctimas y el compromiso por su dignidad son todavía muy recientes. De ahí que resulte lógico albergar dudas sobre la capacidad que la sociedad en general y el sistema educativo en particular tengan para transmitir a los más jóvenes las enseñanzas extraídas de una injusticia extrema, como es la práctica cotidiana del terror y la coacción, y los principios que adviertan sobre los efectos últimos de la intolerancia.
El inicio del próximo curso escolar va a trasladar la aplicación del Plan de Convivencia Democrática al ámbito de responsabilidad de los centros educativos y al de los propios docentes. Cada instituto o colegio decidirá sobre el curso de la ESO en el que implantará la nueva asignatura, y sobre la presencia que el testimonio de las víctimas del terrorismo vaya a tener en su desarrollo. Pero, sobre todo, serán los profesores que impartan la materia quienes deberán conciliar su libertad de cátedra con el programa que establezca el departamento de Educación. La sociedad vasca y sus instituciones han reaccionado de manera tardía frente a la extrema conculcación de los derechos y libertades que representa el terrorismo. El reconocimiento de sus víctimas y el compromiso por su dignidad son todavía muy recientes. De ahí que resulte lógico albergar dudas sobre la capacidad que la sociedad en general y el sistema educativo en particular tengan para transmitir a los más jóvenes las enseñanzas extraídas de una injusticia extrema, como es la práctica cotidiana del terror y la coacción, y los principios que adviertan sobre los efectos últimos de la intolerancia. El esperanzador declive de la amenaza etarra contribuye, paradójicamente, a dificultar el recuerdo de un pasado escalofriante y la toma de conciencia frente a su empeño por perpetuarse. El departamento de Educación del Gobierno vasco ha desempeñado la tarea que le competía al introducir la materia en el currículo escolar y ofrecer un relato inequívoco que traza una línea nítida de separación entre los principios de la convivencia y la vasta y retorcida serie de argumentos con la que la inercia terrorista se ha venido acomodando en la conciencia social. Pero la principal carencia que presentan los centros educativos y los docentes a la hora de impartir la nueva materia no estriba en que les falte información, criterios o materiales didácticos. El verdadero desafío es que sean capaces de asumir un compromiso que les sitúe en primera línea de la educación para la paz sin dobleces; reto que ineludiblemente deberán compartir con los padres en la transmisión de valores que dejen atrás, pero no en el olvido, el ejercicio de la violencia en nombre de los derechos del pueblo vasco.
Editorial en EL CORREO, 23/8/2010