IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Derogar el sanchismo significa retornar a los principios de una democracia liberal subvertida por el populismo

España está ‘sanchizada’ y Feijóo quiere ser el ‘desanchizador’ que la ‘desanchice’. ‘Desanchizar’ España significa devolver su autonomía a las instituciones, restituir la separación de poderes y garantizar la neutralidad del Estado frente a la pujanza invasiva del Ejecutivo, que ha expandido sus tentáculos partidistas por toda clase de dependencias y organismos. A tal efecto el líder del PP ha presentado un programa a la vez derogatorio y constructivo, en el sentido de que por una parte pretende eliminar las anomalías cesaristas de este período y por otra propone establecer una serie de limitaciones legales al abuso político. Sin embargo, la presentación de la propuesta incurrió en un grave error de comunicación: la petición de un cambio del sistema electoral tapó con su impacto las otras reformas, ocupó los titulares de periódicos y noticiarios y provocó un debate que orilló el resto de medidas, el núcleo de la oferta regeneracionista, a un segundo plano. Pisarse a uno mismo la manguera, se llama el fallo.

Fue una pena porque la ‘desanchización’ es un objetivo que el electorado del centro y la derecha considera prioritario, como demostró la marcha de Cibeles el pasado sábado. Implica limpiar el organigrama institucional de ‘tezanos’ y demás adláteres gubernamentales empotrados; nombrar un fiscal general independiente; cerrar las puertas giratorias entre la política y los juzgados; acabar con la extralimitación de los decretazos; potenciar el control parlamentario o limitar el uso discrecional del célebre Falcon. Supone recuperar en el Código Penal los delitos de insurrección contra el orden constitucional y corregir los recientes despropósitos cometidos en la redacción de unas leyes tan impregnadas de sesgo ideológico como carentes de rigor jurídico. Conlleva, en suma, retornar a los principios y al espíritu de una democracia liberal amenazados por la deriva del populismo.

Hay tarea. De limpieza, de reconstrucción, de higiene. Quizá mucha faena para acometerla en tres meses, el plazo prometido por Feijóo si llega a presidente. Pero sus futuros votantes, ya escaldados de las procrastinaciones de Rajoy y de los engaños de Sánchez, no le perdonarán olvidos ni aplazamientos ni distracciones ni pretextos. Si lo eligen será precisamente para eso, para que sanee una escena pública contaminada por la estrategia de ocupación del Gobierno. Para descolonizar una cúpula de la Administración saturada de deudos, satélites, amigos y prosélitos. Para poblar la dirección del país con personas de mérito. Para que se note, y se note pronto, un aire distinto de tolerancia, de respeto a las reglas, de transparencia en los procedimientos. Para acabar con el revanchismo y si es posible, que no lo será porque lo impedirá la izquierda, restablecer un cierto consenso. Para volver a las bases del 78 y dejar atrás este proceso rupturista mal encubierto.