Juan Carlos Viloria-El Corro
Mientras Pablo Casado declaraba solemnemente que «hoy España se queda sin socialismo constitucional», Sánchez anunciaba una nueva era de regeneración
El arranque del pleno de investidura de Pedro Sánchez dejó en el ambiente un aire de confusión, perplejidad y desasosiego. Mientras Pablo Casado declaraba solemnemente que «hoy España se queda sin socialismo constitucional», Sánchez anunciaba una nueva era de regeneración democrática y diálogo progresista dentro de la Constitución. Mientras Casado alertaba de los riesgos del chantaje separatista, Sánchez prometía la superación de las tensiones territoriales. Mientras Casado deducía del discurso del candidato que España se encamina a un recorte de las libertades individuales, un tsunami fiscal y un desfalco económico con la derogación de la reforma laboral, Sánchez prometía nuevos derechos, igualdad, y un horizonte despejado con la vista en 2030. Eso sí, todo dentro de la Constitución. A media sesión ERC ya había dejado tirado al inhabilitado Quim Torra, manteniendo su compromiso de abstención.
El candidato, que desgranó durante casi dos horas un idílico programa de gobierno de coalición lleno de generalidades y buenismos bien intencionados, no desveló cómo piensa materializar en una legislatura el impulso social, económico, político, constitucional y estatutario con un gobierno en precario y una mayoría parlamentaria en el alambre. Alguien se encargará de hacer la suma de lo que supone el rosario de promesas de gasto social que el candidato comprometió en su discurso de investidura, pero, en síntesis, cabe deducir de sus palabras que el déficit de 7.000 millones de euros y el riego de dinero a todos los colectivos, nacionalismos, ‘terueles’ y desfavorecidos solo lo pagarán cuatro ricos y algunas empresas. Porque ni las clases medias, ni las pequeñas y medianas empresas ni, por supuesto, los trabajadores, tendrán que aflojar el bolsillo. Desconcierto.
No desveló cómo piensa materializar en una legislatura el impulso social, económico, político, constitucional y estatutario con un gobierno en precario y una mayoría parlamentaria en el alambre
Tampoco es sencillo deducir de su intervención cómo se las apañará un gobierno de coalición con Podemos y vigilado por nacionalistas para «reconocer las identidades nacionales» sin ir más allá de la Constitución del 78. Claro que los barones socialistas se tomaron vacaciones ayer y no aparecieron por la Carrera de San Jerónimo y así no tuvieron que hacerse el harakiri en la tribuna. Porque a la pregunta de Santiago Abascal a Sánchez en estilo Vox -«diga por qué ha mentido a los españoles»-, el sonriente candidato a la investidura vino a decir que «esto es lo que hay». El problema es que cuando le pasó por las narices a Casado que él había ganado las elecciones, Sánchez se olvidó de mencionar que las había ganado con otro programa. Con otras promesas. Con garantías de no pactar con populistas, de traer de las orejas a Puigdemont… La imagen de Rufián y los suyos aplaudiendo a rabiar de pie en el escaño al candidato conducía a la perplejidad sobre dónde han quedado las promesas preelectorales. Eso es lo que hay, venía a decir la cara sonriente de Sánchez en el escaño. Desconcierto.