EL CORREO 12/02/14
ALBERTO AYALA
· El debate del nuevo estatus arrancará con informes y balances, pero el PNV deberá destapar sus cartas en solo unos meses
Si en algo se asemejan los partidos nacionalistas de países o regiones que no son Estado –las fuerzas abertzales vascas entre ellas– es precisamente en su insatisfacción política por no haber alcanzado el sueño de la estatalidad. Entra, por tanto, dentro de la lógica, de su lógica, que su praxis tenga como norte prioritario ganar cada vez más cotas de autogobierno hasta que un día se den las condiciones de ‘asaltar’ pacificamente el objetivo último: no tener que vivir bajo otro paraguas nacional diferente al suyo. Los organismos supranacionales como la UE quedan al margen.
Con el recuerdo aún vivo del fracaso del ‘plan Ibarretxe’ –que dejó como herencia una Euskadi fracturada y que llevó al PNV a la oposición durante una legislatura en virtud del pacto PSE-PP–, los jeltzales se comprometieron en las últimas elecciones autonómicas a reabrir el melón del autogobierno en el actual cuatrienio. Una vez garantizada la estabilidad al Gobierno de Urkullu, gracias al pacto fiscal con el PSE –que las diputaciones empiezan a incumplir de forma flagrante en materia de lucha contra el fraude–, y con el proceso de consolidación de la paz estancado pero sin riesgo aparente de marcha atrás, los peneuvistas colocarán la próxima semana la primera piedra de su promesa: la creación de un grupo de trabajo en el Parlamento para abordar el asunto.
Las coincidencias entre las cuatro grandes sensibilidades políticas del país y UPyD empiezan y terminan exactamente ahí. El debate va a arrancar, sí, pero en un clima de reparos y desconfianza mutuas que, unido a la situación en Cataluña tras el desafío soberanista al Estado lanzado por CiU y ERC, no invitan precisamente al optimismo.
El objetivo anunciado por el PNV y por el lehendakari Urkulu es alcanzar un pacto que concite los mismos apoyos que el Estatuto de Gernika o, en su defecto, que cuente con el aval de las dos grandes sensibilidades del país, la nacionalista y la no nacionalista. Hoy tal escenario suena a ciencia ficción.
Ayer se cerró el plazo oficial de que disponían los grupos para enmendar la iniciativa jeltzale presentada con toda solemnidad por el presidente del EBB, Andoni Ortuzar, y por el portavoz parlamentario, Joseba Egibar. No puede decirse que hubiera sorpresas: los tres grupos constitucionalistas enmendaron la propuesta a la totalidad.
Por desgracia, lo usual en política es que la privacidad facilite el acuerdo y lo público, que invite a acentuar las diferencias. El PNV no quería luz ni taquígrafos; el PSE, un debate a puerta abierta. Al final, acuerdo salomónico entre ambos: los periodistas estarán en el arranque del debate, pero los pactos al final se buscarán sin testigos incómodos.
El meollo de la cuestión sigue estando en el derecho a decidir, se disfrace de consulta o de lagarterana. El PSE, PP y UPyD dejan claro en sus textos que no lo aceptarán en ningún caso y que no transigirán con propuestas que desborden la legalidad vigente. EH Bildu, por contra, deja abierto su ofrecimiento al PNV a avanzar justamente en esa dirección cuando lo desee.
Los jeltzales no tienen prisa, por lo que resulta previsible que los primeros meses de trabajo del grupo sean de análisis del camino recorrido. Luego, conocido el resultado del referéndum de Escocia y cómo explota el nacionalismo catalán el veto de Rajoy a su consulta, el PNV deberá destapar sus cartas. El bilateralismo podría hallar alguna rendija al entendimiento. El derecho a decidir puro y duro, ninguna.