Deslegitimar el terror

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 16/11/15

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· ¡Qué inmenso placer debe de proporcionar a los matarifes del Daesh oír a ciertos cretinos útiles justificar «de facto» sus crímenes!.

No es culpa nuestra. Conviene tener esa idea grabada a fuego en la conciencia, porque lo peor que podríamos hacer ante la barbarie yihadista sería buscarle explicaciones basadas en nuestra conducta, nuestros principios o nuestras creencias. Eso es exactamente lo que persiguen los terroristas con sus ataques: dividirnos, enfrentarnos, debilitarnos provocando primero el pavor, después la discordia y finalmente el desistimiento en nuestras sociedades.

Es exactamente lo que consiguen cuando empiezan a surgir voces occidentales dispuestas a suscribir una versión adaptada del repugnante «algo habrá hecho» que durante tantos años se aplicó a las víctimas de ETA, en este caso apuntando a la guerra de Irak, la ofensiva aérea contra el Daesh en Siria o el conflicto palestino-israelí como causantes de los atentados. ¡Qué inmenso placer debe de proporcionar a los matarifes islamistas oír a esos cretinos útiles justificar «de facto» sus crímenes!

No es culpa nuestra. No lo era cuando los sicarios del terror yihadista abatieron a sangre fría a una decena de periodistas de «Charlie Hebdo», aduciendo el burdo pretexto de una provocación blasfema por parte de la revista, y tampoco lo es ahora que han golpeado el corazón indefenso de la juventud parisina. No fue culpa del Gobierno español que hicieran volar por los aires los trenes del 11-M y en modo alguno es imputable esta nueva matanza al Ejecutivo francés que lidera valerosamente el combate europeo contra el Califato del Terror. La culpa es únicamente de quienes empuñan las armas y/o empujan al asesinato en nombre de Alá, prometiendo a los verdugos una recompensa eterna.

Es inútil buscar en nuestra lógica razones capaces de explicar su fanatismo religioso. Porque se trata de fanatismo religioso, les guste o no a los tontos útiles. Un fanatismo que el Occidente cristiano superó hace más de siete siglos pero que rebrota con fuerza en una parte importante del universo musulmán. Ellos se mueven con arreglo a parámetros apocalípticos ante los que solo cabe una respuesta: firmeza en la determinación y fortaleza militar. Sin fisuras. Sin concesiones. Hasta lograr su derrota.

Estamos en guerra, como ha subrayado con acierto François Hollande. Una guerra sucia, sorda, despiadada, contra un enemigo que busca nuestra aniquilación. Física, moral y social. Sembrar nuestras calles de muerte, envenenar nuestras almas de miedo individual y colectivo, destruir nuestras democracias forzándonos a escoger entre seguridad y libertades. Tratan de minar nuestra resistencia antes de lanzarse a la conquista de nuestro territorio, como anuncian públicamente algunos de sus caudillos. Y cualquier intento nuestro de trocar paz por dignidad, abdicando nuestros valores con tal de evitar ofenderles, sólo nos conducirá a sumar la indignidad a la guerra.

No es culpa nuestra. Digámoslo sin ambages. La culpa es de quienes han desencadenado esta maldita yihad que lleva a matar inocentes al grito de «Alá es grande». Por eso hay que pedir a los seguidores de esa religión que deslegitimen a los matarifes señalándolos como los criminales que son. Que denuncien a los clérigos proclives a predicar odio. Que condenen en la calle y den la cara en los medios de comunicación, siguiendo el ejemplo de algunos valientes pioneros. En definitiva; que rescaten el buen nombre de su dios, tantas veces invocado por labios manchados de sangre.

En las manifestaciones que marcaron el principio del fin de ETA coreábamos al unísono: «No son vascos, son asesinos». Un grito similar a ese debería brotar hoy de mil millones de gargantas.

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 16/11/15