Desmemoria

DAVID GISTAU-EL MUNDO

DURANTE el debate, hubo declaraciones de intenciones significativas de cómo será el ciclo en el que está a punto de aventurarse España, nación encomendada a sus odiadores y a quienes sólo conciben con ella una relación extractiva. En este segundo supuesto es donde hay que soportar a Aitor Esteban (PNV), recién aprobado el cursillo urgente de progresismo para entrar en el cotarro, dándose ínfulas de estadista cuando en realidad su discurso a Sánchez es idéntico al de Curro Fetén contra el torero que no iba a ser figura porque no mandaba nada: «Y, si manda, aquí no ha llegado». Después de esta investidura, de esta apoteosis del logrero, nunca se habrá visto tan sometida a examen la supuesta frase de Bismarck acerca de que la fuerza de España se aprecia en su resistencia de siglos a ser destruida por los propios españoles.

El momento significativo al que nos queríamos referir ocurrió cuando María Mercedes –aka Mertxe– Aizpurúa (Bildu) y Pedro Sánchez (PSOE) se mandaron mensajes de abanico durante ese coqueteo en el que celebraron el encuentro de dos almas gemelas en conciencia feminista, ecologista y social. El matiz ignominioso ocurrió cuando Sánchez agradeció a Aizpurúa su compromiso con la «memoria histórica».

¿Por qué ignominioso? Ah, pues porque estamos ante un candidato a presidir el Gobierno español que considera que la memoria histórica será un imperativo de su legislatura y celebra la incorporación a ello de una dirigente política a la que en ese mismo instante está ayudando a omitir el recuerdo –¡qué mala memoria!– de los asesinatos de ETA. Que habrá que convenir que también son memoria histórica española, incluso más fresca que la relativa a la Guerra Civil y puede que más urgente, aunque sólo sea porque la acción de la biología todavía nos permite sospechar que hay más asesinos vivos impunes relacionados con ETA que con los paseos de Falange. Recuerden que, en lo que concierne a la normalización en el Norte, los ejercicios de memoria delatan a las almas vengativas.

Para lo que conviene, Memoria; para lo que no, Amnesia. Y lo que conviene es una historia oficial, una narrativa de Estado que debe acomodar a Bildu al mismo tiempo que servir como perpetuación de la culpa heredada de la derecha, que en ciertas fantasías está poseída por Franco y otros demonios como Don Pelayo, quien también resulta ser fascista con más de mil años de antelación.