Durante años, la ciudadanía vasca y sus propios dirigentes escuchaban petrificados que ETA había decidido «socializar el sufrimiento». Ahora, el nuevo consejero de Interior, Rodolfo Ares, con sus últimos emplazamientos para que la población haga el vacío a los establecimientos que ayudan al movimiento etarra, ha optado por socializar la lucha contra el terrorismo.
Cuando se siente la presión tan cerca, resulta fácil equivocarse. Eso vino a decir el ministro Rubalcaba cuando el ‘número uno’ de ETA, ‘Txeroki’, tan obsesionado por su seguridad, era detenido tras haber cometido un error de principiante. Ocurrió en noviembre y, desde entonces, en estos nueve meses, la banda terrorista, a pesar de que ha causado todo el dolor que ha podido con los asesinatos de Arrigorriaga y Mallorca, se está quedando con una infraestructura en el chasis, en una situación manifiestamente precaria. Quien ordenaba los atentados hasta el pasado noviembre se equivocó doblando matrículas inexistentes en su propio coche y acabó en manos de la Policía.
Entonces se dijo que, con la detención de ‘Txeroki’, seguramente se podría hablar de un «antes y un después» en la historia reciente de ETA. Y, a juzgar por la cuenta de resultados, los terroristas están haciendo su travesía hacia la nada porque ya ni los zulos son lo que eran, ni las fiestas les han servido de caja de resonancia como antes, ni tienen voz en los parlamentos. Han ido cayendo por la pendiente sin que las calles se llenen de adeptos indignados por las detenciones. Desde que fueron arrestados los falsos turistas de los Pirineos, novecientos kilos de explosivos menos, como novecientos golpes. Un resultado policial que, sin duda, es el fruto de años de colaboración (el comisario Catalá dejó su escuela bien formada y la juez Levert no se despertó ayer precisamente) y de una clara voluntad política renovada de acabar con la tolerancia hacia el mundo de ETA en todas sus ramificaciones.
Después de la novedosa actuación de la Policía autónoma en las capitales que han celebrado sus fiestas en agosto, intentando quitar el mayor espacio posible a los propagandistas de ETA, las críticas de los nacionalistas podrán centrarse en muchos aspectos sobre la actuación del nuevo Gobierno vasco. Pero alegar que el lehendakari «no tiene ideas» no les deja en muy buen lugar en su nuevo papel de oposición. Claro que hay ideas. Y se han puesto en práctica las primeras que, después de tantos años de anomalías democráticas, se han centrado en las que tienen un valor simbólico y, por lo tanto, educacional. Otra cosa es que se trate de ideas que no gustan a las formaciones nacionalistas. Porque se ha dado la vuelta a la tesis de que ETA era imbatible. Y se ha llegado hasta el kilómetro cero de los nidos callejeros de propaganda terrorista durante las fiestas para poner fin a tanto despropósito. No se trataba de «unas fotos», como ha señalado el jelkide Egibar que, al oponerse a la «limpieza» de imágenes que exaltan el terrorismo deja en evidencia su acostumbrada pasividad, sino de la reclamación de la figura del asesino como un héroe.
Durante años, la ciudadanía vasca y sus propios dirigentes escuchaban petrificados que ETA había decidido «socializar el sufrimiento». Ahora, el nuevo consejero de Interior, Rodolfo Ares, con sus últimos emplazamientos para que la población haga el vacío a los establecimientos que ayudan al movimiento etarra, ha optado por socializar la lucha contra el terrorismo. El Gobierno vasco tiene otros frentes: el económico, la educación, los pactos presupuestarios. Pero sin duda, cuando celebre el viernes su primera reunión de curso, tendrá la sensación de haber ‘hincado el diente’ a la prioridad de ir acabando con ETA.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 26/8/2009