JON JUARISTI-ABC

  • En el universo del terrorismo contemporáneo, el odio y el desprecio configuran unos mismos enemigos pasivos y masivos: los tolerantes

Cuenta Emmanuel Carrère en su tremenda relación del proceso a los autores de las matanzas yihadistas del viernes 13 de noviembre de 2013 en París, (juicio que el escritor cubrió para el semanario ‘L’Obs’ –antes, Le Nouvel Observateur–, y que acaba de aparecer este mes en su versión española: ‘V13. Crónica judicial’, publicada por Anagrama), que toda presunción buenista que pudieran mantener los periodistas asistentes en favor de los acusados se desvaneció tras el extenso testimonio de un especialista en la yihad contemporánea, el arabista Hugo Micheron, profesor en Princeton y buen conocedor del Estado Islámico: contra lo que es una opinión extendida, los terroristas del V13 y, en general, los asesinos islamistas no han surgido de las famélicas legiones del Tercer Mundo, sino de las clases medias del primero, y ni siquiera son todos ellos árabes, magrebíes o ‘peulés’ de pura cepa. Menudean también los vástagos de familias cristianas autóctonas convertidos al islam. Sin negar que pueda haber casos de marginalidad socioeconómica que parezcan avalar la hipótesis de una lucha de clases planetaria, afirma Micheron que los propios yihadistas no se consideran víctimas ni excluidos sociales. Para ellos, las verdaderas víctimas son los musulmanes asimilados, los pringados que creen o querrían creer que el islam es compatible con las corruptas sociedades democráticas y aconfesionales de Occidente. Asesinan en nombre de estos, a los que desprecian tanto como a la mayoría de los infieles.

Los únicos occidentales que merecen algún respeto a los yihadistas son, según Micheron, quienes se identifican con la extrema derecha abiertamente antimusulmana (en la que, supongo, incluyen a los sionistas, cuando no a los judíos en su totalidad, a los que atribuyen un racismo inextinguible contra todos los gentiles). Ahora bien, los que verdaderamente excitan su odio son los tolerantes, los ‘multiculturales’, los cristianos o poscristianos dispuestos a convivir democráticamente con un islam moderado en el seno de la misma nación, bajo un mismo Estado de derecho.

El yihadismo comparte, en este sentido, una misma raíz no específicamente religiosa con los terrorismos que le han precedido en Europa, tanto con los de izquierda como con los de derecha, y, por supuesto, con los terrorismos nacionalistas (piénsese, por ejemplo, en ETA, para la cual el enemigo despreciable era el pueblo español en general, los ‘españoles’, objetivo de sus atentados estrella, como el la cafetería Rolando en 1974 o el de Hipercor en 1987). Pero, sin duda, ha proporcionado además un modelo renovado del ‘desprecio a las masas’ a quienes, paradójicamente, lo han combatido más directamente, sobre el terreno. Me refiero, por supuesto, a Rusia, que aplica en Ucrania dicho modelo en versión bastante ampliada.