Desvergüenza

ABC 29/09/14
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· Algo huele a podrido en Cataluña, y no hay consulta o decreto capaz de cubrir el tufo

LO ocurrido en Cataluña estos últimos días supera el umbral de la provocación o el desacato a la legalidad vigente para incurrir de lleno en el de la desvergüenza. Todo. Desde la patética comparecencia del ex-Honorable Pujol, intérprete de un guión a fuer de increíble insultante, hasta la firma por parte de Artur Mas de un llamamiento a la sedición disfrazado de «consulta» democrática. Han perdido el recato. Se ríen en nuestra cara, con el dinero procedente de nuestros impuestos y al amparo de nuestro marco jurídico, salvaguarda de sus libertades.

«Yo no he sido un político corrupto», tuvo el descaro de afirmar el viernes el émulo de Ubú President, ante los miembros de una comisión parlamentaria cuyas babas serviles y cómplices encharcaban el suelo de la sala. «Yo he perdido mucho dinero en política», aseguró, sin inmutarse, el defraudador confeso que evadió cientos de millones al fisco a la vez que cobraba un sueldo del erario público. «Todo lo invertí en hacer país, en construir Cataluña», se justificó, al borde de las lágrimas, el «padre-padrone» de ese clan favorecido por la fortuna, o más bien la Generalitat, cuyo formidable patrimonio investiga, desde hace años, la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía (ese «coño de la UDEF», señor Pujol, que les muerde a sus hijos los tobillos).

Como bien dijo Alicia Sánchez-Camacho, uno de los dos solitarios reductos de dignidad presentes en el Parlament durante esa sesión oprobiosa, «eso no es hacer patria, sino hacer dinero». Un dinero que el ex-Honorable robaba a España mientras la acusaba de meter sus sucias manos en los bolsillos de los catalanes. Un dinero que habría contribuido a rebajar la deuda que acumula en estos momentos la comunidad autónoma: más de 60.000 millones de euros (equivalentes a lo que deben Madrid, Andalucía y Aragón juntas), que llevaban hace unos días al presidente de la CEOE a sentenciar que «la gestión económica de Cataluña en los últimos años no ha sido mala, ha sido catastrófica». ¿Será que Juan Rosell es, pese a su apellido, un furibundo anticatalanista, un hijo renegado de esa tierra antaño próspera, un «facha»? ¿O será más bien que esta borrachera de independentismo tiene como finalidad última servir de cortina de humo para ocultar la quiebra financiera provocada por la suma de una pésima administración y décadas de mangancia?

Albert Rivera, el otro representante de los ciudadanos que tuvo el valor de hacer su trabajo de control sin rendirse a los pies del compareciente ni tragarse sus burdas excusas, puso el dedo en la llaga cuando le preguntó si Mas formaba parte de «la banda» que le había arropado en su actuación. Porque todo apunta a que así es: el calendario elegido para estampar su firma en ese decreto sedicioso, que abre una crisis política sin precedentes en la historia democrática, aun a riesgo de incurrir en un delito de prevaricación y/o desobediencia. Sus ansias por tapar las vergüenzas de los Pujol con la bandera estelada que ha adoptado como propia a costa de rechazar la que juró con el cargo. La negativa de CiU a apoyar la creación de una comisión de investigación susceptible de llegar hasta el fondo de este escándalo. El oscuro papel desempeñado por su padre y por él mismo en la administración de esos fondos opacos, evadidos al extranjero, sobre cuyo manejo Pujol corrió un velo impenetrable.

Como en la novela de Puzo, todo queda en la familia (o en palabras de Rivera, la «banda») donde los favores debidos antes o después se pagan.

Algo huele a podrido en Cataluña, y no hay consulta o decreto capaz de cubrir el tufo.