Desvestidura

SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo

Pedro Sánchez debería sentir un cierto apuro después de su primer fracaso en la investidura. Sólo tuvo a favor 124 votos, los de su grupo parlamentario y el del hombre de ‘Revilluca’ en el Congreso. Se le manifestaron en contra 170 diputados y se abstuvieron 52. A los 148 votos negativos cantados del PP, Cs, Vox y Coalición Canaria se han sumado dos de Navarra Suma, cuatro de JuntsxCat y el voto de la marquesa de Galapagar, que en atención a su avanzada preñez votó telemáticamente y no llegó a enterarse del cambio de su partido hacia la abstención en el último minuto.

Cabe pensar cómo concibe Pedro Sánchez la política, cómo puede ser tan narcisista para creer que los votos a su Presidencia le iban a venir por añadidura. No está todo dicho. Para mañana hay 15 noes que pueden virar a síes (los de ERC) o, en el peor de los casos, a la abstención; abstenciones que pueden volverse votos afirmativos: los 41 de Podemos, tras descontar a Irene Krupskaya, 6 del PNV, 4 de EHBildu y 1 de Compromís. La clave está en Podemos. Un acuerdo de Sánchez con Iglesias cambiará la orientación de estos votos.

La última oferta es una vicepresidencia para la marquesa de Galapagar, que será a su vez un premio de consolación para Carmen Calvo. Realmente, a un presidente como Sánchez le corresponden dos vicepresidentas como Calvo y Montero. Hay más casos de espléndidas rebajas de nivel: la primera sesión de la investidura mostró a la candidata del PSOE a la Presidencia de la Comunidad Navarra, dedicando un corte de mangas y sacando la lengua a Albert Rivera, después de que el presidente de Cs criticara su predisposición a trepar al cargo por la abstención de EHBildu.

A uno mismo le resultó muy turbadora la risa de Grande-Marlaska por la denuncia de Rivera de sus palabras contra la participación de Ciudadanos en el Orgullo o por calificar de provocación la concentración de los naranjas en Rentería. ¿De qué se reía usted, ministro? ¿De que usted antepuso su identidad sexual a los deberes que le obligaban en tanto que ministro del Interior a la libertad de expresión y a la seguridad de los manifestantes de Ciudadanos?

El asombroso Sánchez se las arregla para rebajar a todos los suyos al nivel de su estatura, véase el ejemplo. Además, calificó a Vox de partido de extrema derecha, como su patrón. No estuvo mal la réplica de Abascal a Sánchez: lo que pasa es que usted prefiere a Arnaldo Otegi, antes que a Ortega Lara. Nunca he oído a los líderes de Vox sus intenciones de abolir la Constitución, como a varios de los socios de Pedro Sánchez. «El cerrojo del 78», decía Iglesias, ¿recuerdan? Recordaba Sánchez la foto de Colón, aunque hay otras verdaderamente infames: la de su compañera Idoia Mendia, con Otegi, Andoni Ortuzar y el representante de Podemos en el Parlamento vasco.

Ni Sánchez ni Marlaska saben qué cosa es la extrema derecha, cosa lógica; hace tres años Patxi López subrayó otras carencias: «Pedro, ¿tú sabes lo que es una nación?» Y no lo sabía. Por otra parte, Zapatero llamaba «la derecha extrema» al PP de Rajoy. La extrema derecha existió en la Transición aunque muy en precario. Existió como partido entre 1976 y 1982, en su momento de gloria sacó el 2,11% de los votos que le dieron un escaño a Blas Piñar en 1979. Eso fue todo. Qué cuadrilla de farsantes.