LUIS VENTOSO – ABC – 22/01/17
· Con todo, de Washington siguen llegando algunas lecciones.
El discurso de Trump consistió en un mosaico de fogosos tuits de campaña, con una demagogia nacionalista, populista y proteccionista que si se lleva a la práctica hará más pobres a su país y al planeta. Frente a las bravatas están los datos. En su deslumbrante libro «El precio de la prosperidad», Todd G. Buchholz, que fue gurú económico del presidente George W. Bush, explica sucintamente lo que pasa cuando se levantan murallas.
El economista compara a seis países vecinos, que en los años ochenta y noventa tomaron senderos divergentes, unos se abrieron a la globalización y otros optaron por encerrarse en sus burbujas nacionales. Vietnam frente a Birmania, Bangladesh versus Pakistán, Costa Rica ante Honduras. Los primeros, los que se abrieron, crecieron como media un 3,5% en los ochenta y un 5% en los noventa. Los de las recetas Trump se quedaron en un 0,8% y un 1,4%. «Cuando un país se encierra en una burbuja, su economía crece rancia y fétida, como un terreno mal aireado», concluye.
Pese a los excesos y la ramplonería intelectual del discurso de Trump (ni una sola cita), se vieron detalles que siguen suscitando envidia a ojos españoles, empezando por la Biblia en el juramento y la asunción desacomplejada de las raíces cristianas de la nación (recuerdo, ay, con qué celo se evitó todo lo que oliese a catolicismo cuando cambiamos de Rey). En segundo lugar, el presidente juró una Constitución que cumplirá en septiembre 230 años. Nadie se plantea la ridícula exigencia de los paladines de nuestra Nueva Política, por fortuna ya de capa caída, que demandaban destrozar la Carta Magna de 1978 con el peregrino argumento de que «los jóvenes no la han votado».
También suscita envidia el Gabinete de eminencias de la vida real que ha formado Trump, comparado con nuestro equipazo de funcionarios, la mayoría de los cuales jamás han trabajado en una empresa (hay una ministra que directamente no sabía lo que era cotizar antes de la política). El secretario de Estado fue el jefe de la mayor petrolera del mundo. El del Tesoro, un cerebrín de Wall Street. El de Defensa, aunque lo apodan «Perro Loco», es un erudito y un héroe de guerra. También hay grandes cirujanos, periodistas inteligentes, empresarios hechos a sí mismos. Habrá quien prefiera perfiles tipo Pachi López y Fátima Báñez. Yo no.
Aunque Trump lo lleva al extremo y se pasa de frenada, da envidia no contar con un Gobierno más animoso en el elogio de las grandezas de España y más ganador a la hora de defender a la nación frente a sus flagrantes enemigos. Inquieta el nacionalismo desatado de Trump, pero preocupa más tener en España a un Ejecutivo que pastelea, para nada y a escondidas, con los que están sublevados para destruir el país y se jactan de ello tras torear a la enviada especial de Rajoy.
Por último, se agradece que Trump, aunque tal vez lo diga de boquilla, haga hincapié en su discurso en atender a los trabajadores que se han quedado atrás, castigados por las turbulencias económicas. Un conservadurismo social, como el de May, que contrasta con la frialdad burocrática de portentos como Guindos y Nadal, que jamás destacan el pequeño detalle de que tras los números respiran personas.
LUIS VENTOSO – ABC – 22/01/17