Opinión, EL CORREO, 21/6/11
La decisión del Eurogrupo de condicionar el quinto pago -12.000 millones de euros- del rescate concedido a Grecia a que este país asuma previamente los sacrificios fijados por Bruselas y por el FMI no solo mantendrá dos semanas más una incógnita que pesa sobre el conjunto de la economía europea, sino que incrementa las dudas tanto respecto al liderazgo que ejercen los gestores del euro como en relación a la solvencia financiera y política de los países deudores y periféricos. Es verdad que, como ayer señaló la vicepresidenta Salgado, por ahora los mercados «distinguen perfectamente entre Grecia y España». Pero la preocupación mostrada por el comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, sobre el «cansancio» que reflejaría la contestación social en España frente a los planes de austeridad, urgiendo a que las reformas anunciadas y las medidas de contención del déficit público se apliquen con celeridad, reflejan las dificultades que acarrea conciliar la sostenibilidad de la deuda soberana con el rechazo que las medidas de austeridad suscitan en la ciudadanía. Las diferencias que en la noche del domingo se evidenciaron en el seno del Eurogrupo reflejan la dificultad que entraña reestructurar de facto la deuda que va acumulándose sobre el Estado heleno. Porque difícil es que la sociedad griega pueda hacer frente a ella asumiendo más reducciones en el gasto público y privatizaciones, junto a un incremento de la presión fiscal; todo ello sin que los mercados anuncien la quiebra de Grecia. Es esto lo que genera mayor inquietud en las economías del euro, puesto que la debilidad helena podría contagiarse no solo a los demás socios periféricos, sino que su bancarrota afectaría inmediatamente a los países centrales de la moneda europea, frenando en seco su recuperación económica. También ayer el FMI llamó la atención sobre las diferencias entre los distintos intereses nacionales. Pero su observación crítica tampoco fue capaz de precisar el punto de equilibrio entre la asunción de las medidas de austeridad dictadas a un determinado país y la obligación de los demás socios del euro de asegurar su salvación económica con el concurso de la banca privada.
Opinión, EL CORREO, 21/6/11